- Los mensajes que apelan a las emociones y la emotividad pasada suelen impulsar más a la decisión de compra.
- Incluso en ocasiones, si el producto no es de una gran calidad, es nuevo o tiene mucha competencia, la memoria emotiva puede ser una forma de llamar la atención.
- Este ejemplo en Argentina muestra que no siempre funciona.
La memoria emotiva es un “arma” muy utilizada en periodismo y publicidad. Los que la utilizan, buscan apelar a las emociones de los espectadores/consumidores con la idea de incentivarlos a ver/comprar productos o servicios.
Cuando una persona compra un producto o mira un informe, por ejemplo, lo hace con toda su subjetividad.
No es una decisión 100 por ciento racional, sino que la emocionalidad y el recuerdo forman parte vital del proceso.
Por este motivo, crear mensajes emotivos que lleguen a esta parte de los cerebros de los espectadores/consumidores es clave.
La higiene de la fábrica conspiró contra la emotividad
Un periodista de Argentina pretendió hacer un informe nostálgico sobre la recuperación de una fábrica de golosinas tradicionales en los años 70 y 80.
La idea era mostrar cómo la planta fue recuperada por los nuevos dueños (los ex empleados), el esfuerzo que hicieron y las buenas intenciones que movilizaron a todos.
Sin embargo, no salió nada bien. De hecho, como publicidad, funcionó muy mal.
Los consumidores, cuando vieron en video las imágenes de la fábrica, más que alegrarse se preocuparon por el pobre nivel de higiene.
se quiso hacer el nostálgico mostrando la FABRICA DE MIELCITAS , y le salió para la MIELDA.
No se permiten vómitos. Calculo q en el baño no hay agua y jabón. pic.twitter.com/CBUPvAXrCY— sigo siendo el mismo (@delacabeza91) July 17, 2022
Entre los comentarios en las redes sociales, uno dijo: “Me dio asco, no amor”.
La planta produce Mielcitas (caramelo líquido) y Naranjú, dos marcas de golosinas que fueron muy famosas en los colegios argentinos de la década de 1970 y 1980, pero que luego fueron discontinuadas.
El artículo buscó apelar a la nostalgia de muchos de los que fueron consumidores por aquellos tiempos, pero falló.
Marcas de golosinas en el olvido, recuperadas
Mielcitas y Naranjú eran productos muy consumidos cuando los que hoy son adultos eran niños. No eran golosinas de gama alta en calidad, sino de precios bajos y se vendían en las escuelas, lo que hizo que tuvieran mucha popularidad.
El video del periodista mostrando cómo la fábrica, convertida en cooperativa de empleados, confecciona ahora ambos productos se viralizó, pero no por el hecho de volver a ver las golosinas de nuevo en escena, sino por las pobres condiciones de higiene del proceso.
Ante esto, el periodista lo borró de su cuenta.
La mayoría de los internautas que vieron el video en los medios y las redes sociales hablaron de “asco” por la falta de limpieza en la producción de las golosinas.
La fábrica, llamada Suschen, debió cerrar con la crisis argentina de 2018/2019.
Meses más tarde, reabrió en forma de cooperativa, bajo la administración de un grupo de ex empleados.
“Estuve en la fábrica de Mielcitas en Rafael Castillo, La Matanza, Buenos Aires. El mismo lugar donde se produce el Naranjú”, escribió en el tuit el periodista Sebastián Davidovsky. Y agregó: “Un olor a infancia hermoso. Y un lugar con historia”.
Aunque seguramente la expectativa era otra, muchos espectadores reaccionaron en las redes criticando lo que veían por la falta de cuidados del tipo bromatológico de la fábrica.
Un usuario escribió: “Es una mugre el lugar”. Otro agregó: “¿Salubridad aprueba este manejo de alimentos? No usan guantes, máquinas sucias, ambiente sucio, ni barbijos, deberían clausurar”.
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