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David LeĂłn

No es el fĂștbol

No es el fĂștbol, no es la rivalidad, no es la pasiĂłn, es la ausencia de valores, ademĂĄs de algunos otros elementos y omisiones de carĂĄcter secundario.

El pasado fin de semana fuimos testigos de lamentables hechos de violencia en un estadio de fĂștbol de Primera DivisiĂłn en nuestro paĂ­s.

La Liga Mexicana de fĂștbol es una de las mejores del mundo en distintos aspectos. Es una de las que cuenta con la mejor organizaciĂłn, se juega en las mejores canchas del continente; las mujeres y los hombres que trabajan en la FederaciĂłn Mexicana de FĂștbol, en la Liga y en los distintos equipos suelen ser gente profesional y experimentada; ademĂĄs, alrededor de nuestro fĂștbol existen grandes empresas con solvencia probada. 

Tenemos a la mano extraordinarios ejemplos, en distintas ciudades de nuestro paĂ­s, de organizaciĂłn exitosa de eventos masivos para evitar la confrontaciĂłn entre las personas que asisten a ellos.

Considero que lo sucedido el pasado fin de semana es un hecho aislado; si bien en algunos partidos de fin de semana existen confrontaciones entre personas que apoyan a equipos rivales, pocas veces, afortunadamente, vemos los niveles de brutalidad que caracterizaron los hechos ocurridos en dĂ­as recientes.

Sostengo que no es el fĂștbol lo que provoca violencia. No es la rivalidad entre equipos lo que estĂĄ detrĂĄs de cada una de esas mujeres y hombres que decidieron atentar contra la vida del otro. No es la ausencia o falla de los protocolos de seguridad en un estadio. Principalmente, es la crisis de valores en algunos sectores de nuestro paĂ­s, en combinaciĂłn con otros elementos, lo que provoca la violencia en los estadios. ÂżQuiĂ©n y con quĂ© motivos podrĂ­a golpear a un ser humano hasta poner en riesgo su vida? El motivo no es que su equipo vaya perdiendo, no es la cantidad de alcohol que ha consumido, no es euforia y emociĂłn que el deporte transmite; el motivo es, la ausencia de valores como el respeto a la vida, el amor al prĂłjimo, la tolerancia, el respeto a la diversidad, la consideraciĂłn, la paciencia, el autocontrol y la misericordia que limiten sus acciones.

La seguridad de los estadios es responsabilidad de distintos actores. DecĂ­a yo que existen extraordinarios ejemplos de protocolos para disminuir el riesgo que representa la afluencia de grupos numerosos, con ciertas rivalidades, contagiados de la pasiĂłn, y en ocasiones bajo la influencia de distintas sustancias, para evitar su confrontaciĂłn. Los pilares de estos ejemplos exitosos son la planeaciĂłn, la coordinaciĂłn, la inteligencia, y la ejecuciĂłn puntual, lo que permite, que en partidos de gran rivalidad y de alto riesgo se pueda reportar saldo blanco al desalojar en su totalidad a los aficionados al concluir el evento. Probablemente en el caso que nos ocupa, distintos de los pilares antes mencionados, no fueron atendidos con la seriedad requerida. Sin embargo, mĂĄs allĂĄ de estos protocolos y de las mujeres y hombres encargados de su diseño e implementaciĂłn, somos nosotros los aficionados, quienes debemos, movidos por nuestros valores, comportarnos de manera adecuada al ingresar, al presenciar, y al concluir un partido de fĂștbol.

Las autoridades municipales y estatales se han dado a la tarea de investigar y sancionar a los presuntos responsables. Las autoridades de la FederaciĂłn Mexicana de FĂștbol y de la Liga Mexicana, se han dado a la tarea de investigar y sancionar a los equipos involucrados. Sin duda las medidas tomadas abonarĂĄn a que este tipo de lamentables sucesos no se repitan. Pero lo mĂĄs importante y lo que no podemos dejar de lado, es la tarea permanente de inculcar a nuestros niños, jĂłvenes y adultos, que la violencia en ninguna de sus formas es permisible. La violencia verbal y la violencia fĂ­sica no deben ser parte de nuestro repertorio de acciones. Educar con amor y respeto a los mexicanos de todos sectores permitirĂĄ que los hechos de violencia en nuestro paĂ­s dentro y fuera de los estadios disminuyan.

No se equivoca aquel que sostiene, que es necesario que los padres y los abuelos revisemos y corrijamos permanentemente el actuar de nuestros hijos y nietos. Es en casa donde nuestros padres nos enseña lo que estå bien y lo que no lo estå. No es correcto liarme a golpes con el prójimo. No es correcto violentar física o verbalmente al otro, mucho menos si se trata de una mujer. Es en la escuela donde nuestros maestros con amor y paciencia siembran en nuestros corazones la semilla de la paz y del respeto, evitando que germine la de la violencia ,el odio, el rencor y la venganza. 

No es el fĂștbol, no es la rivalidad, no es la pasiĂłn, es la ausencia de valores, ademĂĄs de algunos otros elementos y omisiones de carĂĄcter secundario, lo que provocĂł las dolorosas escenas de violencia en el estadio.

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