El deporte no puede ser ajeno al tema. Siendo un espectáculo que es visto por miles de millones de personas en todo el mundo, no se podía esperar menos que las reacciones ante tal acontecimiento.

El tema es que las posiciones en la industria deportiva están siendo cada vez más “fuertes” y que tienen un impacto en los ingresos económicos de muchas instituciones, que algunas empresas rusas usan el patrocinio deportivo como una forma efectiva de expandir su presencia a nivel internacional.

Dichos patrocinios alcanzan a clubes, federaciones y eventos que han tenido que fijar diversas posturas. También, tenemos el aspecto de los dueños de clubes con origen ruso; es el caso del Chelsea de la Premier League de Inglaterra, cuyo propietario tuvo que salir a ceder la entidad a la fundación del mismo equipo y todo indica que podría ser vendido dadas las restricciones económicas y financieras impuestas a los ciudadanos rusos.

El Schalke04 de Alemania, patrocinado por la empresa Gazprom (Gas extraído de Rusia), fue valiente al declarar que eliminaría la marca del pecho de su playera/jersey siendo una de las propiedades de branding más codiciadas por cualquier sponsor.

Siguió la F1 con muchos de sus actores pronunciándose al respecto, especialmente la escudería Haas que cuenta con Uralkali, la marca de fertilizantes rusa, y que su propietario es padre del piloto Nikita Mazepin. El ex-campeón del mundo, Sebastian Vettel dejó en claro que él no participa en el Gran Premio de Rusia del 2022. Y cada vez más voces se unen.

La FIFA y la UEFA, como máximos organismos rectores del fútbol (el primero en el mundo, y el segundo en Europa) tuvieron una tibia respuesta inicial: pensaron en que Rusia no compitiera bajo su bandera y nombre, así como jugar en campo neutral los partidos para clasificarse a la Copa del Mundo de Qatar. La UEFA consideró solo mover la final de la Champions League de San Petersburgo a París. Luego, vino la reacción conjunta: Rusia quedaba fuera de toda competición organizada por ambas entidades, lo cual automáticamente deja fuera tanto a la selección como a los clubes fuera de toda competencia. Una decisión dura y difícil.

Y es que tenemos que pensar que cada evento, cada partido, cada torneo tiene implicaciones comerciales desde publicidad estática, activaciones, branding e incluso efectos colaterales por las ventas de establecimientos locales que suelen beneficiarse de los eventos masivos.

Renunciar a estos ingresos e impactos hacen que las decisiones tomadas sean más relevantes, porque ponen los valores del deporte por delante de cualquier otro interés. Quizá los ingresos económicos puedan verse afectados temporalmente y eso no es fácil tras vivir la pandemia de COVID-19, sin embargo el valor emocional de las marcas crece de forma sustancial porque el deporte debe ser el resguardo de los más alto valores del espíritu humano. Y eso es lo que conecta con el fan (que al final son consumidores).

Seguiremos viendo los efectos de todas estas sanciones en estos días, justo recién la marca alemana de indumentaria deportiva Adidas, anunció que suspendía su patrocinio a la Federación Rusa de Fútbol y EA Sports, anunció que está en proceso de remover del videojuego FIFA al equipo nacional ruso y a todos los clubes de ese país que aparecen en el juego.

Al final, estamos viendo un serio reacomodo de intereses globales y el deporte, como fiel reflejo sociocultural, no va a quedar ajeno. Habrá situaciones complejas y difíciles, pero hay algo que está por encima de eso: los valores universales. Stop War.