Una carne asada dominical.
Iniciando el año 2021 con furor, furor causado por los disparos de adrenalina del año previo (2020). Un año de incertidumbres, dudas, y la construcción de una atmósfera sin respuestas precisas, solo que, con abundancia de estas en el ambiente, eso sí, todas coloreadas de adjetivos y matices.
Uno de los asistentes a la reunión frente al asador. “Me pusieron la mejorcita, parece que no a todos les irá igual”. Estas visiones en aquellos primeros meses de vacunación.
Por supuesto fueron meses de premura, premura impulsada por un instinto de conservación que yacía en un aparente “modo de pausa”. De inmediato, la precalificación singularísima de cada individuo sobre de las opciones posibles, un combate que trascendió al terreno del “Branding”.
Vimos cómo cada marca se fue posicionando, en principio por su origen, y en una segunda instancia por la influencia social y, a veces política, del país en el cuál se desarrolló dicha vacuna.
Los datos sobre del crecimiento y posicionamiento de las marcas que desarrollaron la vacuna saltan a la vista, una recomposición en la jerarquía de las marcas en el mundo.
Hoy, este reacomodo se percibe poco en foros tradicionales. Tal vez, por esta razón, algunas de estas se encuentran en profunda reestructura, apresurando transiciones que, si bien estaban previstas, el fenómeno de la pandemia les mostró un atajo a esos espacios todavía inexplorados en este momento del caso.
Las charlas del asado se quedan en el asado, en esta época invadida de una especie de “preverdad”, un concepto tan intangible que todos, de alguna manera, cargamos en nuestra consciencia en mayor y menor medida y nos va colocando de un lado o del otro, entre “rojos y azules”, si tan solo diéramos cuenta del trecho tan pequeño en mares como el de Bering, semejante a la distancia entre Toluca y Ciudad de México.
La disputa de las marcas podría estar encumbrada los próximos años por los intentos de estas de posicionarse dentro de la mente de quienes habitamos a un lado y otro de cada mar y límite geográfico que nos separa.
En efecto, estos espacios, cada vez más estrechos, se opondrán poco o nada a los millones de viajantes trepados en las invisibles autopistas, del ya presente metaverso, al que en permanencia seremos invitados a ingresar de día y de noche, pero sobre todo de click en click.