Por Camila González
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Cualquiera diría que me dedico en la vida a promover el apagón digital o que soy parte de una comunidad amish o menonita, que nací en otra época y aparecí un día acá o quién sabe qué más, porque siempre estoy escribiendo de asuntos anti-tecnología. La verdad son sólo ganas de llevar la contraria y de poner sobre la mesa la contraparte de lo que sigue la mayoría. Y confieso que muchas veces me descubro perdiendo o cuidando el tiempo en las redes. Ahí estoy también.

Esta vez me encontré una noticia que desató mi curiosidad. Resulta que en California, los hijos de mucha de la gente que trabaja en Google, Apple y otras grandes compañías de este corte asisten a una escuela privada que no tiene computadoras. Los genios digitales viven de la nube, pero eligen una alternativa libre de teclas para educar a quienes más quieren.

En Waldorf School le apuestan al esquema tradicional del cuaderno, el lápiz, la memoria y el análisis. Allí las pantallas no distraen el aprendizaje, como explican en la nota ni tampoco las experiencias físicas y emocionales: el mundo real de los amigos y las tareas en papel de los colegios de otras épocas regresa para cautivar a los más privilegiados de la tecnología.

A esa nueva tendencia se le llama la desconexión, tal cual, sin más. Los niños se valen de ellos mismos y olvidan las baterías, los perfiles y las ligas cuando están en clase. En la nota uno de estos padres explica la tendencia de una manera fantástica: “la computadora no es más que una herramienta. El que sólo tiene un martillo piensa que todos los problemas son clavos. Para aprender a escribir, es importante poder efectuar grandes gestos y las matemáticas pasan por la visualización del espacio”.

Les confieso que me da alivio saber que, como en esta iniciativa, no vamos todos como manada idealizando cada cosa nueva que aparece en el camino de la tecnología, sino que nos detenemos, decidimos qué sirve, para qué, cómo, cuándo, de qué manera. Sería genial usar los avances para evolucionar, no para echar para atrás, por ejemplo, en términos de que para un chico hacer una tarea no sea simplemente la acción de “googlear”.

Ahí lo verdaderamente grave sería que también los criterios, paulatinamente, queden adheridos a las psiquis a través de la pobreza de un “copy paste”.