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Karina Ortiz
Karina Ortiz

La reputaciĆ³n digital frente a la cultura de la cancelaciĆ³n

La reputaciĆ³n digital es un castillo de naipes, te aman hoy te odian maƱana. Un paso en falso o una palabra incorrecta pueden significar el caos para una celebridad, empresa o marca.

La opiniĆ³n pĆŗblica dejĆ³ de ser un abstracto y si antes parecĆ­a imposible amplificar un mensaje a las masas, hoy, gracias a las redes sociales, millones de personas conectadas alzan su voz.

Esa transformaciĆ³n permite que las historias se multipliquen, las opiniones se vuelvan tendencias y los movimientos hashtags. El poder que otorgan las redes sociales logra que una voz se convierta en muchas, en tantas que ya no puedan ser ignoradas. Una vez encendida la mecha, esas voces se propagan exponiendo a una persona, marca o empresa, e influyendo en la percepciĆ³n de la opiniĆ³n pĆŗblica sobre ellas hasta alcanzar una desaprobaciĆ³n tal que las deje fuera de juego. He aquĆ­ la cultura de cancelaciĆ³n.

EstĆ” instalado el debate sobre si la cancelaciĆ³n genera cambios positivos en la sociedad o si, por el contario, solo se trata de una acciĆ³n cruel. Pero lo que no estĆ” en discusiĆ³n es que marcas y personas deberĆ”n aprender a surfear esta ola.

En relaciĆ³n con esto, un informe de Forrester muestra que muchos ven en la cancelaciĆ³n una forma de llamar la atenciĆ³n sobre un tema, y cambiar la manera de actuar de una empresa. En este sentido, el ā€œBusiness of Cancel Culture Studyā€, de Porter Novelli (2021), sostiene que, frente a la cultura de la cancelaciĆ³n, hay marcas que deciden no participar en el diĆ”logo, pero las que lo hacen, ya sea manteniendo su postura o reconociendo sus malas acciones y haciendo algo al respecto, logran ā€œel perdĆ³nā€ a partir de la creaciĆ³n de un discurso pĆŗblico positivo.

AsĆ­ y todo, el informe de Forrester revela que los ejecutivos estadounidenses, responsables de comunicaciĆ³n, consideran que ser cancelada no implica el fin de una marca, e incluso creen que las amenazas de cancelaciĆ³n no impactan en las ventas, en muchos casos, por el simple hecho de considerarse tan indispensables para la vida del consumidor que un boicot quedarĆ­a descartado.

Pero como decĆ­amos, nadie estĆ” exento. De hecho Juan Batalla en su libro ā€œLa Cultura de la CancelaciĆ³n. Del juicio polĆ­tico a la era del clickbaitā€ explica que este fenĆ³meno no es nuevo, sino que con la evoluciĆ³n de las sociedades y las formas de vinculaciĆ³n, sumado a la explosiĆ³n de las redes sociales, mutĆ³ a su versiĆ³n digital que le dio el poder de la amplificaciĆ³n. Pero mientras para algunos implica el ejercicio de su voz colectiva on line y su poder de boicot para influir en la opiniĆ³n pĆŗblica logrando cambios, para quien es el eje de la cancelaciĆ³n implica mĆ”s que eso. A tal punto que, en el caso de las personas pĆŗblicas, la autocensura es la hija de la cancelaciĆ³n ya que muchas veces dejan de expresar su opiniĆ³n por temor a ser canceladas.

El punto es entender que se trata de dos cuestiones distintas. Por un lado, todos alguna vez cancelamos a algo o alguien y tomamos la decisiĆ³n de no darle mĆ”s apoyo porque no nos sentimos identificados con sus acciones o discursos. Es parte de nuestra libertad e incluso no niego que la cultura de la cancelaciĆ³n pueda ser esa oportunidad de cuestionar el accionar de marcas y empresas. Por otro lado, cuando la cultura de la cancelaciĆ³n se expande como un reguero de pĆ³lvora digital, seƱalando y juzgando la opiniĆ³n de alguien, ya sea actual o de aƱos atrĆ”s e incluso aun fallecido (como sucede con grandes exponentes culturales de la historia), hay que entender que el mundo no es blanco o negro, existen matices y cualquier cosa que limite o vulnere la integridad de un otro ya deja de ser una opiniĆ³n.

 

Pero entonces, Āæa quiĆ©n afecta mĆ”s la cultura de la cancelaciĆ³n, a las personas o a las marcas?

Al respecto Mike Proulx, vicepresidente y director de investigaciĆ³n de Forrester, dijo que ā€œla cultura de la cancelaciĆ³n afecta mĆ”s a las personas que a las marcasā€, pero reconoce que las empresas ā€œno siempre son inmunes a sus efectosā€.

Proulx explica que hoy cualquier persona puede ser juzgada en el tribunal de las redes sociales y, en algunos casos, esta cancelaciĆ³n puede resultar en lo que Ć©l llama una “cultura de las consecuenciasā€, esto es el llamado consciente a que las marcas o empresas hagan una rendiciĆ³n de cuentas de su accionar, cambios de conducta y hasta retiros o modificaciones de packaging de productos, pero que, en otros casos, se convierte en lo que Ć©l denomina ā€œuna cultura de denunciaā€, con condenas instantĆ”neas a una persona.

Lo interesante de su anĆ”lisis es el planteo de que el delgado lĆ­mite entre estas dos aristas estĆ” en ā€œlo personalā€, es decir, que va a depender de nuestros valores, creencias y visiĆ³n del mundo. Entonces cabe reflexionar, Āæpor quĆ© cancelamos? Y mĆ”s aĆŗn ,ĀæquĆ© esperamos lograr?

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