Imaginemos ser operario de una gran factorĆa; imaginemos vivir en una ciudad que al caminarla te dice āno tengas grandes sueƱosā y, de repente, timbra tu telĆ©fono y una voz inesperada -en un momento inesperado- te susurra: āacĆ” eres mĆ”s grande que Elvisā.
El sueƱo inconsciente de nosotros sobre de nosotros mismos, en esencia, podrĆa ser nuestra versiĆ³n ideal, la mejor idea de nosotros desde la propia empatĆa; en este sentido, ĀæcuĆ”nto tardaremos en tropezar con este mapa perfecto?
En efecto, esta bĆŗsqueda en singular se realiza todos los dĆas de modo permanente con resultados envueltos por la subjetividad que nos compete debido a nuestra naturaleza humana. ĀæQuĆ© pasarĆa si alguien nos descubriera, o ese alguien diera cuenta de nuestras virtudes? ĀæCuĆ”ntas veces dejamos pasar por indiferencia o cansancio las seƱales respecto de los propios aciertos?
Uno de mis cantantes favoritos, Sixto RodrĆguez, un artista nacido en el estado de Michigan en la uniĆ³n americana; este mĆŗsico de origen mexicano, protagonizĆ³ la mejor historia que he tenido oportunidad de ver, un filme que llegĆ³ a MĆ©xico en una gira de documentales. Desde esa primera vez hasta el dĆa de ayer, han sido varias las ocasiones que este documental aparece en mi televisor y en este Ćŗltimo caso en la pantalla del ordenador.
El descubrimiento de Sixto RodrĆguez, narrado en Sugar Man y nombrado asĆ por una de sus canciones contenidas en su primer Ć”lbum āCold Factā, pareciera que nos cuenta sobre una especie de ālĆ³gica de reivindicaciĆ³nā, suponiendo que esta exista.
Si las cosas caen por su propio peso, esta trama funge como testigo de lo probable: un cantante oculto en las fĆ”bricas de la ciudad por mĆ”s de 25 aƱos que, incluso, podrĆa ser un resucitado. En la producciĆ³n se expone sobre dos rumores acerca del suicidio de Sixto RodrĆguez en un escenario, tras el fracaso de un concierto en un bar de la ciudad de Detroit.
Una de las descripciones que se hacen del protagonista por uno de sus compaƱeros de trabajo, en la que se refiere a Ć©l como un ser que se presentaba a trabajar con sus mejores prendas de vestir sin importar la actividad, menciona: ālo hacĆa tal vez para dignificar o intentar trascender a su trabajoā.
El esfuerzo de dos fanĆ”ticos del cantante logrĆ³ en el aƱo 1998 colocar a este en un escenario repleto, en un paĆs ajeno, un lugar en el que sus discos tuvieron ventas similares a las del grupo Beatles y otros artistas reconocidos en todo el mundo.
El documental Sugar Man se conduce por un hilo nutrido de emociones que por momentos asemeja una ficciĆ³n, dado lo increĆble de sus circunstancias.
En estas Ć©pocas enmarcadas por el encuentro y la convivencia, el ambiente de festejo nos contrasta con personas a las que vemos mucho y en otros casos con las que nos vemos poco. Lo cierto es que todos podemos ser un Sixto RodrĆguez y tal vez en esas acostumbradas miradas nos podamos descubrir, si no en la ideal versiĆ³n, sĆ en la versiĆ³n del otro sobre de nosotros, ĀæquĆ© tal y esta sea bastante mejor que la nuestra?