Cuando bitcoin era una palabra desconocida para la mayoría, allá por 2009, un ingeniero en sistemas de Gales minó la criptomoneda como un hobby, simplemente como una manera de explorar nuevas tecnologías.
Pasaron unos años y James Howells, habitante de Newport, en Gales del Sur, se olvidó del tema y el disco duro de la notebook en la que había minado y obtenido 7.500 bitcoins terminó en la basura en medio de una limpieza de oficina.
Hoy, como desde hace nueve años, busca en el vertedero local los restos del hardware que dentro tiene un tesoro millonario: a precio actual, vale más de 350 millones de dólares. Siempre que logre recuperar la información.
Incluso Howells dejó su trabajo para dedicarse 24/7 a la búsqueda.
Pero tiene un problema, desde hace unos meses el municipio de Newport no le permite buscar más porque la remoción del vertedero se considera un delito medioambiental.
La historia de Howells ha sido publicada en algunos medios durante estos años y recreada de manera muy atractiva por The New Yorker esta semana.
Allí, el ingeniero cuenta cómo se inició en el mundo cripto cuando descargó un software gratuito para prestar las capacidades de procesamiento de su computadora para ayudar al sistema Bitcoin a crear un registro permanente de las transacciones de la red y, a cambio, el programa le permitiría quedarse con algo de dinero.
Una clave privada, una cadena única de sesenta y cuatro números y letras, le otorgó acceso exclusivo a los bitcoins que obtenía. En unas horas, configuró la notebook que usaba para juegos para reconvertirla en una “extractora de bitcoins”.
Por algunas semanas, minó de noche, de vez en cuando. Pero la minería requería mucha potencia de procesamiento, lo que provocó que la notebook se sobrecaliente.
“No valía la pena, las monedas no tenían valor en ese momento y no había razón para pensar que alguna vez lo tendrían. Era minar por diversión”, le dijo Howells a The New Yorker.
Además, la electricidad necesaria para mantener la computadora en funcionamiento le había costado más de lo que entendía que iba a ganar.
Los bitcoin, a la basura
Seis meses después, un vaso con limonada destruyó su computadora portátil, por lo que transfirió parte del contenido del disco duro a una iMac, pero no incluyó la carpeta llamada “bitcoin”. Luego quitó el disco duro y lo dejó en un cajón.
En 2013, cuando hizo limpieza de la oficina que tiene en su hogar, lo tiró junto con otros dispositivos viejos. Cuando se dio cuenta, al día siguiente, era tarde.
La única buena noticia para el galés es que el vertedero de Newport no se llena al azar: las computadoras y otros desechos electrónicos van a lugares especiales, separados de la basura doméstica. Igualmente, esa superficie es enorme, más grande que varios campos de fútbol.
El problema es que si bien sabe dónde podría estar el disco duro, desde el año pasado necesita –y no consigue– un nuevo permiso de la ciudad. Incluso llegó a ofrecerle al municipio el 25 por ciento de la venta de los bitcoin, pero las autoridades no han aceptado.
