La Inteligencia Artificial se encuentra en el centro de una explosión de cambios que modifica todas las esferas de la humanidad en el siglo XXI. La incorporación de herramientas tecnológicas supone repensar y replantear una parte del quehacer cotidiano de cualquier persona, puesto que este tipo de ciencia ya es parte de nuestro día a día en la forma de algoritmos alimentados con cada click.
Hasta hace algunos años, era imposible recopilar y procesar toda esa información, pero la Inteligencia Artificial encontró no sólo la forma de hacerlo posible, sino también de forma más eficiente, dinámica, pero ante todo, segura.
El National Institute of Standards and Technology del Departamento de Comercio de los Estados Unidos, explica en el informe Big Data Interoperability Framework, que la tecnología ha revolucionado la recopilación y análisis de datos gracias a cuatro V’s: volumen (por el tamaño de bases de datos), variedad (por las diversas fuentes para obtener esa información), velocidad (por el movimiento acelerado de los datos) y variabilidad (los cambios bruscos de las características que subyacen a la procesos de obtención de datos).
Lo vertiginoso de esta revolución trae a la luz diversas problemáticas en cuanto al uso de la Inteligencia Artificial, sobre todo en términos de la privacidad de datos personales que son utilizados todo el tiempo por algoritmos y empresas. Sin embargo, muchos cuestionamientos son infundados. Más que poner en riesgo toda esa información, la tecnología en realidad puede protegerlos y marcar las pautas para su uso eficiente, en el que tanto empresas como usuarios se vean beneficiados.
Experiencia del usuario
La incorporación de Inteligencia Artificial en empresas, sin importar su giro o industria, se han focalizado agresivamente, para bien, en la experiencia del usuario, a partir del diseño específico de productos y servicios que sean cada vez más personalizados. Herramientas como los asistentes virtuales -sobre todo en sectores en los que la atención al cliente aún obedece mayormente a esquemas tradicionales y poco eficientes-, ayudan a agilizar procesos burocráticos y al mismo tiempo proveen a las empresas de información clave para conocer, entender y ofrecer alternativas viables para sus usuarios, es decir, productos o servicios acorde a sus necesidades, intereses y hábitos.
Si se articula adecuada y profesionalmente la tecnología habilitadora de Inteligencia Artificial para una empresa, el flujo de información individual, que ayuda para predecir patrones y registrar hábitos de las personas, puede tener un impacto más que positivo en la experiencia del usuario que, por consiguiente, lo mantendrá como un cliente satisfecho y, más importante aún, leal a la marca.
De hecho, casos de éxito muy tangibles se han visto en bancos que al incorporar chatbots de atención al cliente, inmediatamente, pasaron de atender de 50 clientes a más de 25 mil de manera simultánea, de acuerdo con el libro Transform Your Business with AI Chatbots. El manejo de la información personal de usuarios crea experiencias personalizadas, puesto que la Inteligencia Artificial puede procesar los datos de manera individual y focalizada.
Prevención de robo de datos
La Inteligencia Artificial no sólo ha traído una revolución en cuanto a la recopilación, almacenamiento y procesamiento de datos, sino también en cuanto a herramientas y estrategias de seguridad digital, que no sólo se han limitado a las empresas, por ejemplo con algoritmos que pueden detectar usuarios fraudulentos para evitar que realicen o una operación en un comercio electrónico, o empresas que emplean tecnologías como biometría facial o dactilar para validar la identidad de un cliente.
En la medida que se generalice el uso de Inteligencia Artificial en procesos que requieran de información personal sensible, es altamente probable que muchos de los riesgos que conlleva el manejo de datos personales vayan desapareciendo, en la medida que se haga con tecnologías robustas, sólidas y profesionales.