Una de las definiciones que se tienen sobre lo que es una profesión; “quien ostenta una profesión, toma decisiones a favor de un cliente conforme a principios generales, ofrece un servicio profesional basado en las necesidades de este con un alto espíritu de servicio”. (Schein (1970)
Profesar podría ser la acción que trasluce de mejor manera de lo que en sí mismo es ostentar una profesión ser experto en algo, seguir ciertas reglas técnicas, académicas y morales , entendiendo esta última, como enmarcar el ejercicio dentro de un código de Ética. La necesidad de asociarse inherente a los actos humanos, ha encaminado a grupos de profesionistas a reunirse de modo formal para intentar una mejora al momento de prestar un servicio sea de índole académico o como un medio de generar ingresos.
De acuerdo al artículo publicado por Jorge Fernández Pérez en la Revista Electrónica de Investigación Educativa de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Los colegios de profesionistas en México se han acogido al modelo Europeo, siendo este un estilo más apegado a las instituciones de gobierno, tratando de incorporarse a la idea de quienes ejercen el poder y mediante este diálogo, procurar el desarrollo y la cooperación entre sociedad, profesionistas y entes gubernamentales. En este sentido el mismo artículo cita el modelo anglosajón de países como Estados Unidos y el Reino Unido, un modelo independiente del estado. (Ponton, 1997)
En México esto se puede observar de manera tangible en la conformación de los “colegios e institutos de profesionistas”. En la práctica, quienes decidimos el camino profesionalizante nos encontramos con dos grupos, los profesionistas agremiados y los que se enrutan en modo autónomo. Los datos de un estilo y otro de ejercer la profesión son siempre valiosos, por un lado la opinión que parecería un tanto laxa sobre la futilidad de invertir tiempo en una asociación; es común escuchar en distintos escenarios de lo infructuoso que ha resultado para algunos el haber pertenecido por lapsos de tiempo a una organización de este tipo. Por otro lado las voces de los incansables y a veces permanentes miembros de colegios de profesionistas, que explican con múltiples razonamientos y aristas los “por qués” de contar con el respaldo de una institución tanto en el desarrollo personal como gremial.
Lo cierto es que cualquiera que sea nuestra elección para recorrer el trayecto, el propósito tendría que ser uno mismo: “El origen de los colegios se instituye como una asociación de utilidad colectiva y pública, ya que establece deberes de sus agremiados con la sociedad y el Estado, proporcionándoles protección, promoviendo su elevación moral y cultural, además de definir sus obligaciones y sus derechos”.
¿Qué tanto se promueven estos objetivos en la organización a la que pertenecemos? ¿Qué tanto estos se cumplen cuando decidimos emprender un camino en solitario? Las experiencias de cada individuo a través del tiempo estarán influidas de manera multifactorial. Una de las premisas para redactar un objetivo general traducido como el propósito o la búsqueda del sentido, tiene que ver precisamente, con hacer de este una especie de estrella polar y mediante ello, alinear cada actividad que se proponga en las asociaciones y sobre todo a eliminar de la ecuación lo que nos aleja del objetivo.
Escuchar esas voces silenciosas de los que no encontraron alojo en nuestras instituciones, podría ser un nuevo punto de partida para reencontrar el eje de nuestro quehacer profesional. Alinear los objetivos en función de las instituciones y necesidades de un sector de la sociedad a toda luz es benéfico. Valdría la pena documentar y ponderar las propuestas de nuestros colegios que han trascendido al entorno que se pertenece. Por supuesto obtener un relativo prestigio personal y ganar espacios de expresión social son logros tangibles, solo que de un carácter individual. ¿Esta captura singular de los consejos directivos en las agrupaciones, realmente nos acerca a cumplir los propósitos trazados?