Un poeta, periodista y amanuense de ficción de la ciudad de Baltimore en el vecino país del Norte, es recordado, envuelto en la imagen de un Cuervo. Si bien es cierto, no todos coinciden en “El cuervo” como la mejor obra de Édgar Allan Poe. Sin embargo, esa ave silenciosa es el ícono que más se distingue en las decenas de obras del autor. Enmarcar a uno de los grandes de este continente en una sola imagen o en una de sus historias, sería incluso paradójico tratándose de un maestro de la creación de atmósferas y ambientes.
La narración sobre de un pájaro color ébano atravesando las cortinas de una habitación; ¿un cuento con estructura de poema o un poema con estructura de ficción? El profesor Óscar de la Borbolla en una de sus presentaciones con cigarro en mano y su infaltable lata de refresco negro a la sombra de sus pies, hablaba sobre la métrica con la que Poe contó la historia del “nunca más” ese estribillo que se repite once veces en la narración. De inmediato acudí a mi diccionario de bolsillo para entender lo que el maestro trataba de explicar y por supuesto, no logré hacerlo; preferí seguir a la escucha sin provocarme más interrupciones. El enigmático y plutónico poema trata de conducirnos mediante un diálogo infructuoso entre un cuervo de dos palabras y un atormentado personaje, a resolver la encrucijada por la cual pasa el protagonista en su lúgubre habitación.
El profesor más que resolvernos el planteamiento de la métrica, nos mostró razones por las cuales “El Cuervo” es un texto casi perfecto. Una de las cosas valiosas que de modo entrelineado fueron apareciendo es la capacidad de hacer coincidir objetos que en la naturaleza no parecieran tener intersección. Sí, precisamente a eso, el profesor lo llama “creatividad”, esa capacidad de unir mundos distantes.
Un ser inmutable con mirada de fuego, postrado sobre un busto en la cima de una habitación ha causado por décadas en los miles de fanáticos del escritor tanto revuelo, que hoy la sola mención de las cortinas purpúreas en una de las estrofas es probablemente la razón por la que “Los Cuervos” equipo de la NFL viste de ese color, además de apropiarse del título del poema.
El perpetuo descanso del cuervo postrado sobre la Diosa de Palas podría ser la mejor analogía de identidad de una marca, ¿qué cosas valiosas podemos lograr? Con la métrica y la simetría en lo referente a los objetivos de nuestra marca respecto del propósito en nuestras organizaciones, tal vez, el casual tropiezo del Grajo con aquella ventana, nos muestra cómo lograr en base a referencias llanas y de fácil captura, una manera de construir mejores historias para nuestros clientes. ¡¡¡Nunca más!!!