Por Brigitte Seumenicht
Twitter: @seumenicht
“Compramos cosas que no necesitamos, con dinero que no tenemos para impresionar a gente que ni siquiera conocemos”. Emile H. Gauvreay
En alguna ocasión tuve oportunidad de estar presente en una conversación entre dos amigas, en donde me llamó la atención la postura de una de ellas. Sus comentarios iban más o menos así:
• A ver tu anillo de compromiso… ¿Es Tiffany?… Uuuy no. ¡Qué codo! Dile que te quiera.
• ¿Cuántos invitados son a tu boda? ¿200? Uuuuy bien poquitos.
• ¿A dónde se van a ir de Luna de Miel?… ¡¡¡¿A Ixtapa?!!!! ¿Tan cerquita? ¡Pero si solo te casas una vez.
El consumo nos consume. Comenzamos a darle más valor a las cosas materiales y caemos en una dinámica de consumismo extremo y salvaje, en donde no importa quién eres sino cuánto dinero y cuantas cosas tengas.
Tristemente vemos como el fin de semana se vuelve un ir y venir de una tienda a otra. Trabajar para comprar, comprar para vivir, vivir para trabajar.
¿Por qué en las reuniones entre amigos preguntamos a quién le va mejor en su trabajo , en lugar de preguntar quién es más feliz?
Sin duda, la mercadotecnia es fascinante y juega un rol importante en este tema, poder entender las necesidades del consumidor y a su vez satisfacerlas implica estudio, análisis, estrategia, experiencia y talento. Pero “No todo es vender. Ni todo, es comprar.”
Vender implica ética, responsabilidad, compromiso y consciencia. El impacto y poder de una marca, de una campaña o de un mensaje comercial puede modificar hábitos, actitudes y percepciones, entre otras muchas cosas, para bien y para mal.
Como bien dice Joan Jiménez en su libro Social Branding “Las marcas son el actor más influyente y determinante en la construcción y la educación de nuestra sociedad de consumo y por lo tanto, son las grandes responsables, no sólo de lo que consumimos o deseamos, sino también de gran parte de lo que pensamos, de lo que creemos y de lo que compartimos”.
Por lo tanto, las marcas, mas que un mensaje comercial, deberían anunciar una actitud ante la vida, una actitud ante su entorno y una actitud ante el mundo.
Ahora bien, no podemos delegar toda la responsabilidad a las marcas si no empezamos por hacer pequeños -GRANDES- cambios en nuestras decisiones de consumo y nuestro estilo de vida. Por lo tanto: Si consumimos, hagámoslo de manera inteligente. Si dirigimos marcas también.
Para que el consumo no te consuma:
• No pierdas la capacidad de ser feliz con lo que tienes. La felicidad no te la da un coche, ni una nueva casa ni la ropa que tienes. Ni siquiera un aumento de puesto/sueldo. La verdadera felicidad no la encuentras en las cosas materiales. Recuerda que: Rico no es el que más tiene sino el que menos necesita.
• Cuando vayas a comprar algo pregúntate al menos dos veces: ¿Realmente lo necesito? ¿Realmente me hace falta? ¿Realmente lo voy a usar?
• Olvídate un poco del “Tour de Tiendas” de fin de semana, cambia la rutina: haz contacto con la naturaleza, frecuenta amigos que hace mucho no ves ó practica algún deporte al aire libre.
• Apuéstale a marcas que aboguen por una causa o reflejen un punto de vista acorde con tus valores y principios.
• Recicla, renueva y reusa. Usa tu imaginación. (¡Las imágenes en Pinterest seguro te darán miles de ideas!)
• Infórmate sobre las buenas prácticas del Consumo Inteligente. Revista del Consumidor es una buena fuente.
• Aprende a identificar cuando estás comprando algo por impulso o de forma compulsiva y trata de analizar cuál es el verdadero motivo que te lleva a comprar. (En ocasiones es por querer llenar un vacío, por depresión, por angustia)
• Regla de Oro: Nunca gastes más de lo que ganas.
Erich Fromm decía: Los consumidores modernos pueden identificarse con la fórmula siguiente: “Yo soy lo que tengo y lo que consumo.”
Yo digo que al final del cuento nos vamos tal y como venimos, con la gran oportunidad de trascender mucho pero MUCHO más allá de lo que tenemos y consumimos.