Se podrĂa pensar que esta columna no tiene que ver con mercadotecnia, argumentarĂa que es todo lo contrario. Las empresas buscan satisfacer a los consumidores con más y mejores servicios, sĂłlo a travĂ©s de la satisfacciĂłn, logran crecer. Es decir hay una relaciĂłn simbiĂłtica entre la realizaciĂłn del comprador y el Ă©xito del fabricante. La máxima y más antigua representaciĂłn de esta relaciĂłn es la del un gobernante y el gobernado.Â
Un gobernante se elige con el Ăşnico deseo de mejorar la condiciĂłn del gobernado. No hay una sola persona que votarĂa de manera racional por un gobernante que le causara una insatisfacciĂłn, desmejora o pĂ©rdida de calidad de vida. En contraste hay gobernantes que buscan ser elegidos y que no tienen como prioridad la satisfacciĂłn de su máximo cliente, el gobernado. En MĂ©xico los gobernantes han perdido —desde hace varios sexenios— el deseo de satisfacer las necesidades de sus máximos clientes.
Este tema es central por dos razones, en primera instancia ante la pĂ©rdida de interĂ©s por mejorar la condiciĂłn de vida de los gobernados, se ha delegado la responsabilidad a las empresas del bienestar de los mexicanos. En segunda instancia se exige cada vez más que sean las empresas las que resuelvan los problemas que son inherentes a la operaciĂłn del gobierno. No se trata del gobierno actual de MĂ©xico que simplemente carece de capacidad para comunicar con empatĂa, el problema es resultado de una clase polĂtica que perdiĂł la comprensiĂłn de su razĂłn de existir.Â
La lĂłgica es simple, si el objetivo de nuestros gobiernos es mejorar la condiciĂłn de vida de los mexicanos, cada vez habrĂa menos madres que deben recurrir a amarrar a sus hijos mientras van a trabajar. Esta condiciĂłn sĂłlo demuestra la desesperaciĂłn por salir adelante en un mundo que ha dejado atrás a un sinfĂn de madres mexicanas. Tampoco habrĂa un aumento increĂble de la inseguridad en la que cada año se rompen los lĂmites de la humanidad con asaltos a la luz del dĂa, impensables hace 20 años. Mucho menos se verĂan la deshumanizaciĂłn de los enfermos en hospitales pĂşblicos ni equiparar a la pandemia con algo que beneficiĂł a una polĂtica de gobierno con una frase “nos vino como anillo al dedo”. De ninguna manera se dejarĂa la infraestructura pĂşblica al abandono sĂłlo para costar la vida a mexicanos que regresaban de trabajar y que probablemente dejaron a sus hijos solos en casa.
El tema central es el abandono del rol del gobernante en la persecuciĂłn de la mejora de vida de los gobernados. Estoy convencido de que el fenĂłmeno es mundial y prender las noticias lo comprueban. Pero MĂ©xico es el centro de mi atenciĂłn y hechos comprueban que la máxima marca del paĂs dejĂł de atender a sus clientes hace mucho tiempo, por lo menos en todas las votaciones en las que he participado. El modelo democrático deberĂa resolver todo en las urnas, pero no sucede. El problema es la paupĂ©rrima lista de opciones, el consumidor debe escoger entre productos de baja calidad, sin garantĂa y soporte tĂ©cnico. Tal vez por eso la mayorĂa de los mexicanos segĂşn cifras del Trust Barometer piensan que las empresas deben involucrarse en la mejora del paĂs. No resolverá el problema, el rol de las empresas no puede ser resolver las problemáticas sociales, por lo menos no es su totalidad. No obstante, pueden hacer su mejor esfuerzo por no participar en injusticias como la falta de apoyo a madres solteras u hogares sin apoyo de parientes o guarderĂas. Podrán prestar espacio para que los hijos puedan hacer tareas o tener un espacio un poco más seguro para estudiar. Pero ninguno de esos esfuerzos podrá reemplazar la falta de medicinas o cierre de guarderĂas. Es cierto, el paĂs necesita menos desigualdad, autores como Heather Boushey han documentado el efecto nefasto que tiene en la economĂa. Pero la soluciĂłn no puede ser empeorar a todos, no debemos sucumbir a una “igualdad empeorada”, debemos exigir una “igualdad mejorada”. No es posible tener una “calificaciĂłn campana” hacia abajo.
No hay que confundir a 30 millones de votantes con que todos los clientes están satisfechos, es una falacia. Ese es el nĂşmero de personas que votaron por el gobierno actual, el objetivo es tener 130 millones de mexicanos satisfechos, probablemente no todos contentos — es imposible tener 100% de felicidad— equivale a decir que la marca preferida de un paĂs es la que consumen 1 de cada 4 consumidores.
Uno de mis atributos favoritos es nuestra obsesiĂłn con recibir el mejor servicio “el cliente siempre tiene la razĂłn” es algo estructural en el pensamiento nacional. Exigimos el mejor servicio y de paso lo damos cuando nos toca atender a nuestros clientes, o por lo menos nos esforzamos. Es momento de exigir con la misma energĂa a nuestro máximo proveedor de servicios: el gobierno.