Comencemos por decir que el maestro Vicente Rojo odiaba la publicidad. Pero eso no quiere decir que no podamos aprenderle grandes lecciones al respecto.Ā
Para quien aĆŗn no se entere, Vicente Rojo muriĆ³ la semana pasada a los 89 aƱos. Fue uno de los mĆ”s grandes artistas plĆ”sticos que ha tenido MĆ©xico. Y aunque no era mexicano de nacimiento, lo fue por convicciĆ³n. LlegĆ³Ā a los 17 aƱos huyendo de la dictadura de Francisco Franco en EspaƱa.Ā
Rojo fue uno de los mĆ”s grandes exponentes de la GeneraciĆ³n de la Ruptura, esa que se atreviĆ³ a transgredir completamente los cĆ”nones de la pintura mexicana que habĆan establecidos los grandes muralistas como Diego Rivera, JosĆ© Clemente Orozco o David Alfaro Siqueiros. Y aunque Rojo y todos sus contemporĆ”neos lo tuvieron todo para ser los artistas mĆ”s mediĆ”ticos de LatinoamĆ©rica, no lo hicieron. La fama era accesoria para ellos, sobre todo para el maestro Vicente.Ā
Desde 1969, Rojo ya era un artista consagrado de 38 aƱos, en MĆ©xico y en el mundo. Ese aƱo, la Revista de la Universidad le dedicĆ³ un nĆŗmero especial, que comenzaba asĆ: āPintor ajeno a la publicidad, Ć©l que podrĆa hacerse tanta como deseara por colaborar en dos de las mejores publicaciones nacionales, tambiĆ©n se caracteriza por su gran capacidad de trabajo y su modestia: no le gustan los elogios; habla poco de su obra como pintor, como tipĆ³grafo, como editorā.Ā
No era, sin embargo, un huraƱo. AsistĆa a las galerĆas, a los encuentros, a los foros, a las tertulias. Era un hombre de sociedad, pero reservado. Dejaba que su trabajo hablara por sĆ mismo. Que su discurso artĆstico fuera congruente con su discurso narrativo. No inflaba su imagen; tampoco recurrĆa al escĆ”ndalo o a la sobre exposiciĆ³n mediĆ”tica. Y esta es, justamente, la gran enseƱanza que nos deja a todos los que nos dedicamos a la comunicaciĆ³n, el marketing o la publicidad.Ā
Hoy, muchas marcas, en aras de posicionarse en el mundo digital āque no siempre se traduce en ventasā, busca una exposiciĆ³n masiva que sacrifica la cantidad por la calidad. Y esto provoca, muchas veces, que el mensaje que se quiere difundir no sea el correcto. O peor aĆŗn: que el mensaje no estĆ© en sintonĆa con la filosofĆa de marca. ĀæCuĆ”ntas veces vemos campaƱas publicitarias que acaban en una crisis sĆ³lo porque no tienen nada que ver o hasta son contradictorias con la identidad de la empresa que las paga?Ā
El maestro Vicente Rojo nos enseƱa que, en cualquier Ć”mbito, lo mĆ”s importante es el prestigio. Y ese sĆ³lo se gana con trabajo y congruencia. Pero sobre todo con honestidad. No basta exponerse en cielo, mar y tierra si no se tiene algo quĆ© decir. Ā
Aunque tambiĆ©n hay otra lecciĆ³n que nos lega, de la cual casi nadie ha hablado mucho: la humildad. Pese a que sus obras estaban bastante bien valoradas en el mercado, siempre tuvo los pies en la tierra. Es mĆ”s, ni siquiera se asumĆa como pintor. āPintar entraƱa serias responsabilidades que no puedo asumirā, dijo en alguna ocasiĆ³n. Hombre educado bajo los ideales espaƱoles republicanos, su mayor ideal era el trabajo.Ā
Entre los grandes artistas plĆ”sticos, durante mucho tiempo se dio un desprecio a los diseƱadores grĆ”ficos. Vicente Rojo no compartiĆ³, nunca, esa visiĆ³n. Al contrario, cuando le entregaron el honoris causa en la Universidad Iberoamericana, dijo durante su discurso: āEl diseƱo es un canto capaz de atraer a su destinatario, a su lector, si es un libro, una revista o un catĆ”logo, o a un espectador, si se trata de un cartel para una exposiciĆ³n o una pelĆcula; es decir, una tarea de ninguna manera menor que me ha permitido tener los pies en la tierra y, desde mi timidez de antaƱo, comunicarme con los demĆ”sā.
Hasta siempre, maestro Rojo.Ā