Muchos podríamos pensar que le sería otorgado a una figura emblemática de la política internacional como lo sería en su momento el controvertido Yasir Arafat, o que se seleccionaría a un presidente que ha sido punto de inflexión en la historia de la primera potencia del mundo: Barack Obama, o que se escogería a una defensora incansable por los derechos humanos como lo es Malala Yousafzai.

Lo cierto es que 2020 dista mucho de ser un año típico, un año normal. La crisis sanitaria por el SARS-COV-2 ha cambiado el panorama de lo que a finales de 2019 pensábamos, iban a ser los próximos 12 meses. Y ciertamente la selección de este año nos invita a hacer una reflexión, y desvía el foco de atención hacia un problema real y urgente: El Hambre en el Mundo.

Desviar el foco hacia esta problemática tiene sentido, en un mundo donde los gobiernos están desesperados por acabar con la pandemia y donde el hambre crece rampante a consecuencia de esta. Sin embargo, el hambre ya crecía previo a la crisis sanitaria. Aún cuando se habían logrado importantes avances en la materia en los últimos 20 años, el número de personas que padecen desnutrición en el mundo ha ido in crescendo de manera preocupante en los últimos 4 años, impulsado principalmente por el cambio climático.

De acuerdo al informe sobre seguridad alimentaria y nutrición en el mundo de la FAO, la Organización de Alimentos y Agricultura de la ONU por sus siglas en inglés, el número de personas desnutridas en el mundo incrementó desde 2015 a 2018 en 102.2 millones, regresando a niveles registrados en 2010, luego de la Gran Depresión de 2008 y previo a la Primavera Árabe de 2011.

El 2019 fue el año con mayor inseguridad alimentaria y malnutrición registrada, desde que se generó la primera edición del reporte de la Red de Información de Seguridad Alimentaria (Food Security Information Network ) en 2017. El reporte indica que a finales del año pasado , 135 millones de personas en 55 países y territorios, experimentaron inseguridad alimentaria severa, lo que significa que la condición de malnutrición, pone la vida de estas personas en riesgo. Más de la mitad de los afectados , 73 millones de los 135 que contempla el informe, viven en Africa, 43 millones residen en el Medio Oriente y Asia y 18.5 millones pertenecen a Latinoamérica y el Caribe.

Las cifras fueron registradas previo a la llegada de la crisis sanitaria por Covid-19, lo que despierta preocupación en la comunidad internacional. David Beasley , Director Ejecutivo del Programa Mundial de Alimentos de la ONU (la organización ganadora del premio Nobel de La Paz 2020), en conferencia de prensa dijo que antes de la pandemia ya había manifestado que 2020 iba a ser el año en el que se experimentaría la peor crisis humanitaria en el mundo desde la Segunda Guerra Mundial, y agregó que, dada la crisis sanitaria, 130 millones de personas más, podrían tocar la puerta de la desnutrición.

Mientras esto ocurre, organizaciones como el Programa Mundial de Alimentos e incluso la Organización Mundial de la Salud, son blanco de campañas de desprestigio de gobiernos populistas y tienen que resistir los embates del recorte de presupuesto por la disminución sustancial de las aportaciones de los donantes, como en 2017 fue el caso del recorte en un 20%, del financiamiento proveniente de los Estados Unidos a la FAO, uno de los principales aportadores a esta organización.

Berit Reiss- Andersen, Presidenta del Comité del Nobel Noruego, señaló que el mundo está en riesgo de sufrir una crisis de hambruna de proporciones inconcebibles, si el Programa Mundial de Alimentos y otras organizaciones asistenciales dedicadas a este rubro, no reciben el apoyo financiero que requieren; la líder del Nobel, instó a la cooperación multilateral para combatir los retos globales.

La ONG, “Acciones en Contra del Hambre”, dio a conocer un informe cuyo resultado demuestra que la guerra genera hambre pero que el hambre también genera conflictos armados. En 2018 se dio a conocer un informe de esta organización que plantea la devastadora relación entre ambas dinámicas. Por un lado, la guerra destruye los mercados, rompe las cadenas de valor y genera desplazamientos masivos, lo que deriva en un alto riesgo de inseguridad alimentaria. Por otro lado, el hambre o la competencia por recursos naturales, ha desatado conflictos que continúan activos a nivel mundial. Uno de los datos impactantes citados en el reporte revela que 122 millones de niños de los 151 millones afectados por desnutrición crónica, viven en países en conflicto. Las cifras son desgarradoras.

Si no se atiende de inmediato esta problemática, no sólo veremos un incremento sustancial de la desnutrición en el mundo, sino que también, seremos testigos del desencadenamiento de una espiral de conflictos armados a nivel internacional y de una crisis sin precedente, que no tendrá fin en los años por venir.

La galardonada con el Premio Nobel de Literatura 2020 , Louise Glück, en su obra: “Dedicación al Hambre”, manifiesta la desesperación que experimentó durante el sórdido período que vivió cuando fue presa de la anorexia. Una de las frases que destaca en las estrofas de esta obra dice : “la misma necesidad de ser perfecta, de la cual la muerte era el único resultado”. Hoy, la merecedora del máximo galardón de las plumas, irónicamente se enlaza al Nobel de La Paz, en una sola palabra que revela, en dos casos completamente distintos, una realidad aplastante: “El Hambre”.