Hasta aquí estamos todos de acuerdo. Sin embargo, todo cambio debe ser para mejorar, para aportar valor, para facilitar la vida sin demeritar sus propios códigos de entendimiento y lenguajes establecidos desde el principio de los tiempos.
Dice Alejandro Maciel, destacado académico, en un interesante artículo publicado por Tec Review, que la mente es capaz de nombrar todo lo que le rodea, pero qué pasaría cuando las palabras señaladas para hacerlo son cada día más escasas.
Interesante punto de partida para desarrollar el tema que les presento esta semana dado que el significado de las cosas está cambiando. Para ejemplo, pongamos en común las siguientes expresiones:
RANDOM: Algo que pasa de forma casual
CRUSH: Tu amor platónico
HAUL: Son videos en los que nos muestran productos
FEED: Cuidar la apariencia de tu perfil de Instagram
SHIPPEAR: “Nos encantaría que un chico y una chica estuvieran juntos”
MOOD: Estado de ánimo
BAE. Acrónimo de la frase ¨before anyone else¨(antes que nadie)
A fuerza de no resultar un defensor a ultranza de las palabras, señalando a las que me refiero líneas arriba como expresiones disruptivas del lenguaje, me llega la reflexión para entender, sin ánimo de nada, más que de vislumbrar el futuro, ¿qué pasaría si los jóvenes de hoy que utilizan estos términos ahora, quisieran seguir usándolos en el futuro (con un alto nivel de entendimiento y comprensión), al momento de dirigir una gran empresa o un gobierno?
El filósofo David Pastor afirma que “el lenguaje es el vehículo del pensamiento, que no se nos olvide”.
La frase es irrefutable; el pensamiento es un sistema de comunicación estructurado para el que existe un contexto de uso y ciertos principios combinatorios formales. Lo que hoy tenemos, afirma Pastor,¨ es una división entre la realidad física y la realidad virtual¨. Lo anterior nos pone ahora en la tesitura de que utilizando las mencionadas expresiones para manifestar cosas simples, pudieran éstas complicarse a la hora de expresar cosas más complejas como un discurso de gobierno o una postura sobre una política pública, lo cual es una limitante.
Existe un libro publicado en 2010 por Nicholas Carr llamado Superficiales, qué está haciendo el internet con nuestras mentes, que revela algunas evidencias sobre los cambios cognitivos relacionados con el uso frecuente del internet y las plataformas digitales.
¿Está condicionando el internet nuestro cerebro? es la tesis de este interesante libro y así lo manifiesta su autor: “El cerebro, como órgano vivo tremendamente moldeable se adapta al nuevo entorno: pasa de un cerebro con una alta capacidad de concentración para leer un libro y abstraerse, dejándose llevar por la lectura, a un cerebro que responde de forma rápida y superficial a decenas de estímulos del entorno lo cual nos hace máquinas de tomar decisiones superficiales”.
Tomemos en cuenta la premisa anterior y respaldemos con ella el tema de hoy. La superficialidad, la escasez del lenguaje y la instantaneidad ya están aquí y debemos encontrar un justo medio comprensible para todos.
Finalmente apuntar que en la búsqueda de la simplificación del lenguaje no descuidemos la estructura y origen de las palabras. Tuve un gran profesor de semiótica, Arturo Camacho, quien solía citar en sus clases a Ferdinand de Saussuere con contundentes afirmaciones como esta: “Las costumbres de una nación tienen repercusión en su lengua y, a su vez, la lengua es la que en gran medida hace a la nación”.
Pues bien, la evolución de los mencionados conceptos es ahora una realidad y su futuro parece incierto. Esta tarea es otra más para los comunicadores que están llamados a tender puentes de entendimiento sin descuidar las formas.
Nos encontraremos más adelante.