El mundo ha llegado a un punto de inflexión, la llamada era del affluence politics podría estar llegando a su final. El mundo —pero principalmente la Unión Americana— ha vivido durante décadas bajo un marco político basado en la opulencia. La palabra affluence en ingles se puede traducir a riqueza pero se trata de algo más grande. El término popularizado por el economista John Kenneth Galbraith en la década de 1950. Como sociedad acomodada, Estados Unidos produce automáticamente un exceso de empleos y riqueza, y el problema se centra de manera principal en la distribución de la recompensa. Sin embargo, la affluence politic o política de la opulencia no se trata de ser rico, más bien a no prestar atención a lo que crea riqueza en primer lugar. Es decir, es la política de ignorar nuestra capacidad de hacer y distribuir lo que la gente necesita.
La construcción del valor social
El tema es central a la actual crisis mundial, no se trata solamente de un problema de bolsa de valores, coronavirus o materias primas como el petróleo. La Unión Americana ha crecido de manera desordenada sin cuidar los factores estructurales que construyen verdadero bienestar para los habitantes de un país. Un ejemplo evidente es Netflix, según el abogado de quiebra Víctor Look, la empresa de streaming tiene adquiridos 14 mil millones de deuda de los cuales 12 son en bonos de baja calidad o Junk Bonds. La empresa tendría que crecer el doble de su tamaño actual para el año 2027 o quebraría. El reto es que la empresa ya vende 1.8 mil millones de dólares al año. Esta es sólo una de las miles de empresas Norte Americanas que son líderes mundiales en su categoría y que han logrado pulverizar a sus competidores locales en cada país que abren, sin embargo, son gigantes con pies de barro. Hace algunos años argumenté que Televisa era mejor para la economía de México que Netflix. La firma televisiva mexicana emplea 39 mil personas según sus propios reportes, en cambio Netflix según cifras de macrotrends tiene 7,300 empleados en todo el mundo.
Este modelo económico ha servido bien a la Unión Americana pero las primeras grietas han aparecido este año. La llegada del coronavirus ha demostrado la gran dependencia que tienen las empresas de ese país a las cadenas de suministro y materia prima de China y Europa. A este respecto seguramente las empresas fabricantes de autos en la Unión Americana extrañan los planes de tener más plantas en México. La cadena de suministro completa de los Estados Unidos está en jaque. De manera adicional es importante considerar que los niveles de desempleo están en mínimos históricos, cifras oficiales la sitúan en 3.6 por ciento de desocupación. Sin embargo, no hay aumento en los salarios promedio, esto indica un cúmulo de problemas; no obstante, el más interesante es el crecimiento del gig economy. Este rubro de servicios mantiene a gran parte de la población y la llegada del coronavirus la pone en una posición precaria. De manera natural los consumidores dejarán de ir a restaurantes, cines y eventos y con ellos se sacudirán los ingresos de todos estos proveedores independientes.
Coronavirus y niveles de deuda
Para los norteamericanos el problema se hace mayor al hablar del nivel de endeudamiento. La deuda por servicios médicos es especialmente onerosa. Según una investigación del Journal of General Internal Medicine, 137 millones de estadounidenses están luchando con deudas por servicios médicos. Uno de los principales causante de quiebras personales en la Unión Americana son justamente los compromisos adquiridos por temas de salud. La llegada del coronavirus exacerbará esta situación. No hablemos de deudas estudiantiles y las relacionadas a la propiedad de autos. En los dos casos la evidencia apunta a problemas serios para cumplir con pagos.
Crisis estructural y México
La imagen del país del norte es una de opulencia en la que la calidad de vida es superior. Sin embargo, estamos frente al precipicio de lo que podría ser una quiebra sistémica del modelo de opulencia. Esto significaría un reto enorme para países latinoamericanos, especialmente México. Nuestra cadena productiva está íntimamente ligada al tratado de libre comercio T-MEC, la caída de los gigantes de barro comenzará por quebrar industria completas en México. El mejor ejemplo es el petróleo, los productores de petróleo Shale basados en el Fracking dependen de enormes cantidades de deuda para subsistir y son la columna vertebral del liderazgo de la Unión Americana en producción de esta materia prima. Sin embargo, este sector requiere —según expertos como Ramsés Pech— de al menos un precio de $40 dólares por barril. La guerra para tomar participación de mercado de Arabia Saudita y Rusia ha causado que los precios se ubiquen hasta 12 por ciento abajo de ese límite. El problema ha llegado a tal grado que el Washington Post reportó el 11 de marzo que La Casa Blanca con seguridad buscará paquetes de apoyo financiero con tal de mantener al sector a flote.
Para México la guerra del petróleo significa la puesta en duda del modelo de crecimiento del presidente Andrés Manuel López Obrador, que simplemente no ha tenido un mes fácil. Feminicidios, violencia, marchas y paros nacionales han plagado el 2020 y el bajo precio del petróleo sólo complica la situación.
El consumidor, coronavirus y la bolsa de valores
Para el consumidor promedio en México por lo menos no sale afectado por el petróleo o la bolsa de valores, por lo menos de manera evidente. El bajo precio del petróleo no se traducirá en disminución del precio de la gasolina dicho por las autoridades de México. Tampoco verán una disminución en sus ahorros, la mayoría de los Mexicanos no participa en instrumentos financieros de esta índole. No obstante, sentirá los efectos en aumento de precios y en la escasez de productos. Temas que habían quedado resueltos y son ajenos a la generación de compradores actuales. Los millennials no han vivido épocas de aumento de precios radicales, mucho menos visitar el super mercado y no encontrar producto. Los casos de coronavirus en México siguen siendo bajos pero seguramente subirán —cómo ha sucedido la mayor parte del mundo— si estos no se controlan podrían desestabilizar la vida diaria del mexicano. Un problema mayúsculo en especial si se considera que los pasados 14 meses la economía no ha crecido.