En 2003, por consejo de la consultora de seguridad estadounidense Giuliani Partners, el entonces Gobierno del Distrito Federal a cargo de Andrés Manuel López Obrador implementó una Unidad Antigrafiti en la estructura de la Secretaría de Seguridad Pública capitalina. El objetivo era capturar a todos los jóvenes que rayaran las paredes de la ciudad y presentarlo ante un juez cívico.
Era una medida que había funcionado a medias en la conflictiva Nueva York de los años 90, cuando el entonces alcalde Rudy Giuliani decidió criminalizar cualquier tipo de expresión de la gente que vivía en los guetos. Reto difícil para aplicar en una de las cunas del hip hop, si se toma en cuenta que el grafiti es una de las cuatro manifestaciones artísticas de ese género.
El gobierno capitalino creyó que podía copiar el modelo norteamericano, pero la realidad local era muy distinta. Por supuesto que, en términos de marketing político, la propuesta era todo un éxito. En 2003, la percepción ciudadana en temas de seguridad era sumamente negativa. Cualquiera que recuerde al Centro Histórico por aquellos años tendrá la misma imagen: calles oscuras, tugurios, asaltos, pandillas, muros pintados, vecindades abandonadas. De acuerdo con el organismo México Evalúa y con datos del propio gobierno capitalino, tres delitos registraban un alza considerable: el secuestro, el robo de vehículo y el homicidio doloso. Situaciones que fueron reforzadas por películas como Amores Perros (2000) o Todo el poder (1999).
Lo más fácil –y seguro– hubiera sido seguir con la estrategia propuesta por Giuliani Partners, pero en 2006 el gobierno del DF dio un giro inesperado: la Unidad Antigrafiti pasó a ser la Unidad Grafiti. El objetivo ya no era llevar a los adolescentes ante un ministerio, sino invitarlos a ejercer sus expresiones desde la legalidad. Tarea complicada, mas no imposible.
Los resultados hablan por sí mismos: que a lo largo de 16 años se han logrado hacer 2 mil 630 vinculaciones ciudadanas en espacios públicos, beneficiando a 70 mil 549 personas, de acuerdo con información de Humberto Reyes Méndez, jefe de Rescate de Espacios Públicos y Unidad Grafiti de la SSPCDMX.
El gobierno de la Ciudad de México calcula que hay aproximadamente 8 mil grafiteros en la Zona Metropolitana. Imposible saber cuántos de ellos son ilegales, pero el objetivo de la Unidad Grafiti es convencer a estos jóvenes, cuyas edades oscilan entre los 11 y los 17 años, de integrarse al negocio legal –y redituable– del arte urbano.
Koka es uno de los artistas urbanos más reconocidos del país. Como todos los de su generación, empezó con pintas ilegales en los años 80 en las calles de Iztapalapa. Hoy no sólo tiene la libertad de hacer sus propias creaciones en prácticamente cualquier parte del mundo (desde Brasil o Perú hasta Rusia y Alemania), sino también de vivir de ello gracias a los muros que hace en beneficio de marcas del estatus de Gucci. Ahora Koka es quien imparte charlas y asesorías en diferentes alcaldías de la CDMX para orientar a los jóvenes que desean hacer del street art su modus vivendi.
No han sido pocas las empresas que han recurrido al street art para promocionar sus marcas. Hoy ya resulta anquilosado y aburrido tener publicidad en vallas o espectaculares. Entre tanto bombardeo publicitario, la creatividad es la única salida para llegar al target. Cada vez es más común encontrar murales por todo el mundo patrocinados por marcas como Netflix, Coca Cola, Adidas o Nike. Y no se diga de las luxury brands, quienes, como bien documenta Bloomberg en este artículo, se interesan cada vez en los mundos suburbanos que alguna vez fueron underground pero que ahora pegan con más fuerza que nunca en el universo del marketing.
La SSPCDMX ha atendido hasta la fecha 270 denuncias por la afectación al patrimonio y ha generado 3 mil 702 pláticas en escuelas públicas, donde más de 340 mil alumnos han salido beneficiados. Eso, sin contar los casi 800 recorridos preventivos que se han hecho en el Sistema de Transporte Colectivo (STC) Metro y las 250 exposiciones de arte urbano en algunas de sus estaciones.
Es así como un giro de 360 grados en una estrategia de ciudadana de comunicación y percepción puede generar grandes resultados. A las pruebas me remito. Visiten la Condesa, el Centro Histórico, la Roma, algunas zonas de Iztapalapa o Azcapotzalco: les aseguro que en algún punto se detendrán frente a una obra de arte. Háganlo, vale la pena.