Por Daniel Granatta
Twitter @danigranatta
Hace poco más de un año hubo una curiosa moda en la agencia donde trabajaba, la consecución de unos muñequitos de vinilo, émulos modestos de los famosísimos de Kid Robot, que sólo podían encontrarse, para envidia de mucha gente que preguntó por ellos cuando publiqué las fotos en Twitter y Facebook, en un Oxxo de Saltillo.
Se supone que la colección completa se componía de cuatro series de ocho muñecos cada una, apareciendo en la primera grandes personajes históricos mundiales como el Che Guevara, John Lennon, Bruce Lee y Gene Simmons, acompañados de cuatro personajes legendarios mexicanos, como son el Chapulín Colorado, Cepillín, Frida Kahlo y Luis Miguel. Bueno, no sé si Luis Miguel es legendario a la altura de los otros siete, pero sí que es mexicano y famoso.
Por cómo todos nos comportamos, desde que vimos el primero de los muñequitos hasta que se terminaron, me quedó claro que por muy lindos y cool que sean los muñecos de Kid Robot, no hay nada mejor que tener héroes locales a la mano para adornar un escritorio. O héroes mundiales, pero héroes de verdad.
Pensé entonces en todas esas veces en que a México llegan campañas que se hacen en otros sitios de América Latina (por lo general, Argentina o Brasil), con actores o actrices de otros sitios, y con contexto de otros sitios, listas para ser adaptadas en un país diferente, con costumbres diferentes, un contexto diferente.
El dinero que la marca se ahorra enviando una versión regionalizada nunca podrá comprar la reacción genuina que uno siente ante la presencia de sus auténticos héroes, los cercanos que inspiran y los que inspiran desde cualquier sitio, nunca los intermedios. Y quizá en la reacción de compra a unos muñequitos de vinilo podría residir una buena explicación de por qué las campañas que se adaptan tal cual suelen no funcionar.