“Twitter es servicio”, aseguran aquellos que argumentan en favor de la red social cofundada por Jack Dorsey.
Pero su potencial no termina allí: también atesora relatos imperdibles, eximios, que a partir de la posibilidad de anudarlos en hilos, se transforman en literatura 2.0 que vale la pena leer.
Juan Burgos, un mercadólogo que en Twitter se describe como vendedor de estudios de mercado y amante de la política, presenció en una cafetería un encuentro (o al menos es lo que nos ha hecho creer) al que comienza describiendo así: “Fui testigo de una de las historias de pitch de negocios en Starbucks más tristes de la historia”.
Lo que pasó después es una demostración más de que con buenas ideas, pensamiento disruptivo, estilo y redacción precisa, se puede lograr todo el engagement que muchas veces los estructurados algoritmos no consiguen ni por asomo.
El tuit inicial de Burgos consiguió más de 33.000 Me Gusta y 15.000 RT en 24 horas, además de las miles de respuestas y reacciones al resto de los posteos de un hilo que atrajo a gente de todo el mundo a comentar. “¿Cuánto me cobras por ir diario al Starbucks y contarnos así chingón historias que sucedan como esta?”, le pide @inundeishon en una de las reacciones más “faveadas”.
Pasa en Twitter
La historia completa es un hilo que no tiene título y que en sus 921 palabras resume mucho de lo que ocurre a diario en el mundillo de los negocios entre “emprendedores” (así, entre comillas) y potenciales compradores de servicios.
“Fui testigo de una de las historias de pitch de negocios en Starbucks más tristes de la historia. Por respeto a los involucrados, solo me referiré a los protagonistas como el emprendedor y el cliente.
Me rompió el corazón.
Estando yo sentado en la terraza, presencié todo “first row”.
El primero en llegar a la cita fue el emprendedor. Joven. Calculo unos 25-27 años. Saco mamador gris con cuadros azules. Peinado perfecto. Pantalón skinny. Zapato impecable. Macbook, iphone X. Ya saben… the works.
A los 10 -15 minutos llego “el cliente”. Look despreocupado. Jeans. Playera. Peinado casual, pero no descuidado. Tenis. Mochila al hombro.
Se saludaron, y entraron al lugar por un café.
Salen cada uno con su mocha machiatto triple shot y todo el tema. Y se van de lleno a hablar del negocio.
El emprendedor le dice, que a su corta edad, ha logrado mucho más de lo que nunca se habría imaginado. (Por eso creo que tiene menos de 30). El cliente lo ve con interés.
El cliente le pregunta “¿en qué ha consistido tu éxito?”
El emprendedor le responde:
“En tres cosas: paciencia, insistencia y consistencia”
AAAAAAYYYWWWWWEEEY
(este fue el momento en el que realmente captaron mi atención)
El emprendedor le dice, que en su método, cualquiera puede triunfar. Pero, que si le echas un poco de análisis y conocimiento, puedes llegar a ser millonario, rápido.
El cliente lo ve con ligera duda. Se aleja un poco recargándose en el cómodo sillón del Starbucks.
El emprendedor añade: “esto es una combinación de cosas, pero principalmente un tema de entender los mercados. Ya sabes, desde la bolsa y forex, pero también de criptomonedas”
Confieso que en ese momento dejé lo que estaba haciendo, y me dediqué a escuchar sin pudor. Not sorry.
El cliente le dijo: “oye, pero eso del bitcoin, ya se demostró que no funciona, ha perdido casi el 70% de su valor en sólo un año”.
Vale madre, tenemos un cliente educado. Pensé.
El emprendedor le revira: “Sí claro, pero eso no significa que no puedas aún ganar”
Buen revire.
El emprendedor dice: “Algunos, como quizás sea tu caso, empiezan apostando poco. Son conservadores, ¡Y está bien!”
¡Ah! La vieja técnica del reto…
“Pero los que más ganan, son los que arriesgan y se animan a pensar *fuera de la caja*”
El cliente frunce ligeramente el ceño.
El cliente, responde al reto: “Bueno, platícame pues, de que se trata.”
El emprendedor le dice: “Como seguramente te dijo Luis… ” (Supongo que fue quien lo refirió) “… somos una sociedad de inversión. Prácticamente tomamos el dinero de otros, y lo hacemos crecer”
WORALES!
Continúa el emprendedor: “La realidad es que esto inició como un tema de amigos. Privado. Ganamos muchísimo dinero. Pero luego nos dimos cuenta que nadie tenía nuestro método. No los bancos, no las casas de bolsa. Nadie.”
El cliente levanta una ceja. Parece que no le cree mucho.
El cliente le pregunta: “¿Y cuál es ese método?”
Noto que, el cliente está algo escéptico.
Replica el emprendedor: “Es complicado de explicar, más si no tienes conocimientos de finanzas”… pero interrumpe el cliente:
“SOY MASTER EN FINANZAS”
BOOOOM!
El emprendedor está en aprietos… se pone nervioso. Empieza a sudar. Literal.
“Ah, bueno. Nos vamos a entender perfectamente. Pero mira, déjame decirte que sólo el año pasado, logramos rendimiento de más del 50% con algunas *herramientas*”
“No mames…” le dice el cliente.
“Nadie te ofrece esos rendimientos”… añade el cliente.
Jiusten, perdimos al cliente. Repito, LO PERDIMOS.
“Nosotros sí”, dice el emprendedor.
“¿Cuál es el método, pues?” insiste el cliente.
“Ah, claro, diversificamos portafolios en inversiones de alto riesgo”
“¬¬”
El cliente se fue. Escucha al emprendedor balbucear; se nota que su mente se va a un happy place.
El emprendedor añade: “Es cosa de abrir un contrato, tu nos depositas la cantidad que quieras mover, y nosotros empezamos a depositarte tus rendimientos de forma mensual”
(PONZI!)
El cliente se levanta. El emprendedor detrás de él. Le dice con completo desinterés: “ok, mándame la info por mail”
“Ok ok” dice el emprendedor.
Se dan la mano, y se dirigen a la calle a sus respectivos carros.
Oh sorpresa, los carros están uno detrás del otro.
El cliente se sube a un flamante Mercedes Benz, nuevo. Si no me falla el ojo es un CLA. Negro todo él. Impecable. Recién lavado.
El emprendedor se sube a un viejo Subaru. Verde olivo. Chocolate. Si le hago un favor, es del 2001.
La cara de sorpresa del emprendedor es dolorosa
El emprendedor intenta decir algo. El cliente lo interrumpe de forma abrupta con un grito:
“!NO, PUES SÍ SE NOTA QUE GANAS 50% SOBRE INVERSIONES¡”
Todos escuchamos el corazón y el autoestima del emprendedor caer echos pedazos al pavimento.
El emprendedor ve hacia el piso.
El emprendedor intenta revirar con alguna palabra. Algo que salvara lo poco de dignidad que le quedaba.
Y lo vuelve a interrumpir el cliente:
“DILE A LUIS QUE SE DEJEN DE CHINGADERAS Y EMPIECEN A TRABAJAR COMO GENTE DECENTE”
DEEEEJALO, YA ESTÁ MUERTO, PENSAMOS TODOS.
El cliente se sube a su carro. Lo prende. Ruge más cabrón que Mufasa. Se aleja.
El emprendedor quiere llorar. Lo juro que quiere llorar. Se sube a su Subaru. Se toma un par de segundos en arrancar el carro. Menea la cabeza a los lados. Se va.
Fin.
Tengo que añadir, que por más triste que sea la historia. El cabrón del Subaru se merece la humillación por andar engañando gente….
Pero, sin duda es triste.”
Este es el posteo original en la red del pajarito azul:
Fui testigo de una de las historias de pitch de negocios en Starbucks más tristes de la historia. Por respeto a los involucrados, solo me referiré a los protagonistas como el emprendedor y el cliente.
Me rompió el corazón.
— Juan Burgos (@juanburgos) 8 de enero de 2019