Por Luis Miguel Martínez
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En la alquimia medieval, las mezclas y elixires podían conducir a uno de los cuatro estados de la transmutación para obtener oro a partir de cualquier sustancia. Si algo fallaba en el proceso, no se obtenía el preciado oro, e incluso los resultados podían ser desastrosos. Al incorporar las tecnologías de información y comunicación a otras disciplinas, la mezcla puede ser virtuosa, pues hablamos de ciencia y no alquimia, sin embargo, la mezcla equivocada suele conducir a un desastre.
Este podría ser el caso del reciente “hackeo” a la red de Playstation –Playstation Network, PSN– donde un intruso, robó la información personal de más de 77 millones de usuarios de la consola de juego de Sony y llevó la acción del gigante japonés de la electrónica, a una pérdida de 25 por ciento en el mercado accionario de Nueva York.
Y confirmando la Ley de Murphy, también un terremoto en Japón de proporciones desconocidas afectó a una de las economías más sólidas del mundo, perjudicando a los creadores del Playstation.
Una de las preguntas que seguramente no tendrán respuesta, al menos en corto plazo es ¿quién se robó la información de PSN y para qué? En los ochentas y noventas, el referente fílmico de WarGames –1983– con Matthew Broderick y Ally Sheedy, nos hubiera sugerido que fue un WizKid o un jovencito con síndrome de hiperactividad tecnológica, quien lo había hecho por simple travesura, o para experimentar nuevos juegos. Actualmente, las posibilidades van desde este ejemplo, hasta una intrincada red de terroristas.
Se habla de la posible participación de una organización llamada Anonymous, expertos en las artes de hacktivismo y soporte de wikileaks. Sin embargo, como ellos aseguran, el crimen cibernético no es lo suyo.
Kevin Poulsen de Wired, sugiere también la posibilidad de un hacker chino, lo que no se podría descartar. Sin embargo, dado el valor económico de la base de datos, es muy probable que se trate de una red de criminales que obtengan beneficio indirecto de la información, una vez que los números de las tarjetas de crédito no sirven de nada sin más información, como los dígitos de seguridad.
Gracias a la minería de datos, podrían obtener acceso –a largo plazo- a otros sistemas pues los passwords no estaban codificados –cifrados por Sony–. Incluso, pueden constituir un base de datos de alto impacto mercadológico, una vez que hubiese datos demográficos de estos jugadores en red. A un precio ganga de un dólar por registro verificado, la base de datos tendría un valor de 77 millones de dólares.
Pese a que los fans de ACTA –Anti-Counterfeiting Trade Agreement–, dirán que una vez implementadas las medidas de control informático, esto no podría repetirse; la historia nos ha demostrado que ante un control, siempre habrá al menos una forma de evitarlo. Por eso, se complica más ubicar al mítico personaje que hackeó la red de Playstation y la metodología utilizada. Quedará la duda, si pese a la pérdida, Sony pudo recuperar algo en intangibles como publicidad y posicionamiento.
Nunca estará de más tener presentes los beneficios de tener buenos hábitos y prácticas de seguridad informática. Recordemos que los passwords son como el cepillo de dientes: no se presta, se cambia regularmente y se tiene en un solo lugar.
No te desconectes y cuida tu información personal que está publicada en la red. El ejercicio de buscar el nombre, teléfono o dirección postal en Google siempre dará sorpresas.