La economía de Argentina está pasando por su peor momento desde 2001, cuando una crisis terminal terminó en el peor derrumbe de su historia. Tanto así, que el presidente que dirigía el país (Fernando de la Rúa) se tuvo que ir en helicóptero de la Casa Rosada y lo sucedieron cuatro presidentes en dos semanas.
La Argentina vivía por esos años el final del modelo de paridad cambiaria del peso con el dólar y de apertura sin freno de la economía, con una recesión que terminó, además de con la caída del Gobierno, con saqueos, muertos y la mayor moratoria de una deuda soberana de casi 100 mil millones de dólares.
En aquel 2001, Argentina entraba en su cuarto año de recesión, con más de un tercio de su población sumida en la pobreza y altos niveles de desempleo.
Argentina aún está lejos de eso, básicamente porque tiene reservas suficientes en su Banco Central y el empleo, todavía, se sostiene en porcentajes manejables. Sin embargo, desde comienzos de año hasta ahora vive en un tobogán de malas decisiones económico-financieras que hace dudar sobre la futura estabilidad.
Pasaron cosas
En lo que va del año, el peso se depreció un 64%. El dólar valía 19,45 el 29 de diciembre de 2017 y, al cierre de las operaciones de este martes, cotizaba 31,90 (según el Banco Nación).
Al mismo tiempo, la inflación llega casi al 20% entre enero y julio, y aún falta computar agosto. La mayoría de las consultoras privadas hablan de no menos de 3% más. Algunas, hasta 4%.
Y hay más: cuando en mayo el Gobierno de Mauricio Macri no pudo contener el aumento del dólar, pidió un préstamo al Fondo Monetario Internacional de 50.000 millones de dólares. Se lo dieron, pero bajo ciertos condicionamientos que, ahora, no está pudiendo cumplir. Es más, se habla de la necesidad de lograr otro crédito de entre 10.000 y 15.000 millones más.
Al acuerdo no puede cumplirlo básicamente porque no logra enderezar las variables. El acuerdo contempla una inflación del 27% para 2018 y nadie cree que puede sostenerla ni en 32%.
Asimismo, se comprometió a tener un déficit fiscal de 1,7% en 2018 y por ahora los números no cierran. Menos aún se piensa que pueda lograr el objetivo de “déficit cero” en 2019. El Gobierno ya reconoció que este año el PBI caerá al menos 1%.
Para sumar problemas, las decisiones del equipo económico son vacilantes, lo que hace que los mercados no confíen en las posibilidades de salir de la crisis.
Más problemas: para contener la inflación, el Banco Central elevó hasta “las nubes” la tasa de interés de referencia, que ya está por encima del 40%. Esto le pone un freno a la producción porque hace casi inviable el otorgamiento de préstamos y sólo vuelve rentable la actividad especulativa.
Último dato: el consumo. “La confluencia de la devaluación, el traslado a precios y el aumento de las tarifas están haciendo que en la Argentina muchos estén recortando las compras de comida. Hay señales alarmantes como la baja en el consumo de lácteos que oscila entre 5 y 8% según a quien se consulte y una merma que alcanza hasta la yerba”, publicó Clarín.