“Creo que López Obrador ha tenido más conferencias de prensa en los cuatro días después de las elecciones que Peña Nieto en toda su administración”. Así se lee un tuit que publicó la semana pasada David Luhnow, editor en jefe para América Latina de The Wall Street Journal.
El mensaje del periodista sugiere la intensidad con la que el presidente electo se ha desenvuelto luego de las elecciones en las que resultó ganador indiscutible por haber obtenido poco más de la mitad de los votos de los electores.
En esta semana, Obrador se ha reunido con Peña Nieto, se ha ganado la simpatía de sus adversarios y sectores escépticos; ha mantenido su discurso de transformación y se ha movido a un ritmo con el que demuestra que quiere aprovechar cada instante de los únicos seis años que durará su mandato, de acuerdo a su promesa de nunca reelegirse.
Parte de la simpatía que ha cobrado el próximo presidente en varios sectores económicos y de la sociedad tiene que ver con que ha sabido demostrar un cambio en su imagen y discurso. Atrás quedó el Andrés Manuel que se mostraba resentido, paranoico, que denostaba a las instituciones y desconfiaba de todo lo que estuviera fuera de su círculo cercano.
Es un hecho que el próximo presidente ha demostrado un cambio positivo en su imagen.
Pero este cambio no se ha limitado al presidente electo. Muchos de sus detractores pertenecientes a la clase política, a los medios de comunicación y al sector empresarial han dejado de criticarlo con formas que llegaban a la agresión, y se han inclinado por externarle sus felicitaciones e intenciones de llevar una colaboración mutua, en un cambio de actitud que en ocasiones se percibe sincero y en muchas otras cargado de hipocresía.
Uno de los actores que más radicalmente cambió su trato hacia Obrador es el expresidente Vicente Fox, quien nunca pierde ocasión para externar una suerte de opiniones estridentes que se acercan más a la comedia que a un análisis digno de un expresidente de esta nación. En un largo video, Fox felicitó a “Andrés” (no a “Lopitos”, como solía llamarle anteriormente”. Vicente manifestó su apoyo y deseos de que todo en su administración marchara para bien.
Sin embargo, a pesar de esta suerte de milagro reconciliatorio (una luna de miel del presidente que entrará y sus anteriores detractores), la polarización que se dio desde los tiempos de las campañas sigue presente.
Están quienes lo idolatran y quienes, con justa libertad, no ocultan su escepticismo ni lo respaldan. Esta opinión pública y la de las instituciones no gubernamentales, así como el compromiso de los medios de comunicación, será el único contrapeso que tendrá un presidente que ostentará él solo el poder.
Lo que sigue para Andrés Manuel es saber administrar las expectativas que él y sus seguidores han generado durante tres procesos de elecciones, algunas que tienen que ver con acciones brillantes y necesarias y otras que se alejan de la realidad y que a leguas no podrán ser cumplidas en un relativamente corto lapso de seis años.
El cambio que ha demostrado Obrador y la disposición de los sectores que hoy lo respaldan es un primer giro positivo que nos queda de la resaca electoral, sin embargo, el trabajo cotidiano que transcurrirá cuando porte la banda presidencial decidirá el verdadero rumbo de su mandato y demostrará si valió la pena la espera.