A raíz de las últimas incidencias generadas en el sector financiero por los ciberataques al Sistema de Pagos Electrónicos Interbancarios, (SPEI), cuyas pérdidas se estiman en 300 millones de pesos, surgen algunas interrogantes:
¿Qué tan responsables nos hemos vuelto los mercadólogos ante esta ola de violencia cibernética? ¿somos precursores del mercado negro de la información? ¿hasta qué punto nos debe ocupar la ciberseguridad de los datos que manejamos? ¿están protegidos los datos que manejamos en nuestras estrategias de mercado? ¿cumplimos realmente los lineamientos de seguridad que existen en términos de protección de datos? Seguramente estas y muchas interrogantes más han pasado por tu cabeza.
El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) destacó que México es uno de los países con mayor número de ataques cibernéticos. Según sus estadísticas, en 2017 hubo una pérdida financiera significativa estimada en tres mil millones de dólares, derivada de estos ataques.
Si bien la tendencia de los hackers es hacia el fraude electrónico mediante suplantación y robo de identidad, también es sabido que existe la comercialización de datos de usuarios, como sucedió en el más reciente escándalo de Facebook, en el que su fundador Mark Zuckerberg tuvo que rendir cuentas ante el Congreso Estadounidense.
Cierto es que las campañas y las estrategias que utilizamos en nuestros planes de marketing requieren elementos que nutren cada una de estas actividades para generar acciones concretas de posicionamiento, pues las bases de datos en nuestro día a día desde luego son una herramienta fundamental para la segmentación de mercados y una atención más puntual y personalizada de las necesidades de nuestros clientes, prospectos y mercado.
Alimentar, actualizar, pero sobre todo proteger los datos personales que obtenemos de nuestros clientes y mercado al que nos dirigimos es una tarea primordial de las organizaciones que, desde luego, recae en sus áreas funcionales como las dedicadas a tecnologías de la información y el marketing.
Bajo un código de ética correcto, la información que recibimos de nuestros clientes y prospectos, siempre debe ser tratada como oro molido, pero con el mayor de los cuidados, para alcanzar el mejor de los resultados.
Promover las buenas prácticas es un deber de cualquier profesional del marketing, por ello debemos actuar con el ejemplo cuidando la información de nuestros clientes y desde luego la propia.