Cuando me enteré de que Legoland había hecho unos muñecos de la próxima boda real me pareció increíble. Creo que no me acordaba que en este mundo todavía había reyes y príncipes, y que son gente mucho más importante que toda la demás, sí, que todos nosotros. Pero más aún me invitó a reflexionar el hecho de que la muñequita de Lego de Meghan Markle era de piel blanca, del mismo color del príncipe Harry.

Al parecer se desató toda una polémica en las redes sociales y la compañía de juguetes se disculpó con la explicación de que su propósito no era hacer representaciones reales de esos personajes. Lo raro es que la mamá de Megan sí fue hecha con bloques oscuros para la piel. Parece una verdadera tontería, pero no lo es.

No lo es porque pone en evidencia varias cosas a cual más de delicadas. Primero que el racismo sigue latente en los mensajes más sutiles, a pesar de todo lo que la humanidad ha recorrido para aprender sobre igualdad. En este caso se agrava más la situación si se tiene en cuenta que Megan ha hablado abiertamente a los medios sobre la suerte de ´discriminación´ de la que ha sido víctima en el mundo ´hollywoodiano´.

En entrevistas a medios contó que en varias ocasiones le habían aclarado la piel para sus interpretaciones como actriz o modelo. Además expresó cómo no acababa de sentirse parte de la comunidad afroamericana ni de ser lo suficientemente blanca para identificarse con los caucásicos. Por supuesto, justamente resulta muy interesante que una chica normal (plebeya dicen por ahí) de sus características se case con un príncipe de sangre azul. Lo máximo.

Y la otra reflexión que me suscita todo este asunto es sobre el poder inimaginable de la mercadotecnia. Sería imposible calcular la influencia (ni el daño) que la publicidad y la mercadotecnia han hecho a nuestros imaginarios, prejuicios, conceptos, criterios… a nuestro estar en este mundo. La forma cómo han contribuido estas actividades a nuestra intolerancia e infelicidad siempre será tema de estudio.

Esta vez, así nada más, cambiaron el color de piel de alguien. Con todo lo que eso representa en este universo regido por el “blantriarcado”… Mucho que pensarle al tema.