Una de las tácticas más representativas dentro de las estrategias de relaciones públicas es la de echar mano de voceros de marca, es decir, personajes que prestan su imagen, su voz y su expertise para comunicar lo que la empresa considera prioritario externar.
Así, la vocería de marca puede recaer en el presidente de la compañía, el director general o en muchas ocasiones en el director de mercadotecnia. Básicamente se buscan personas que dominen a la perfección todos los temas relacionados con su marca y es capaz de afrontar mediáticamente inconvenientes o adversidades que puedan llegar a tener impacto en la firma.
Las estrategias de relaciones públicas, cuando están bien diseñadas, buscan sacar el máximo potencial del vocero, moldear sus capacidades comunicativas y explotar sus virtudes para hacer de él un personaje con una imagen sólida, elocuente y con conceptos, ideas y criterios bien desarrollados. Con ello, no sólo se logra un crecimiento y posicionamiento de marca, sino también se genera un efectivo de personal branding que beneficia al vocero de forma directa.
Ahí radica la importancia de que los miembros de las empresas, cuando son elegidos como portavoces, impriman todo su esfuerzo y capacidades para realizar con efectividad dicha labor, ya que no sólo estarán posicionando a la empresa o la marca, sino también a sí mismos, como expertos en los temas que son de interés para los medios de comunicación.
Así, por poner un ejemplo, el director de una empresa de tecnología que es designado como la persona más viable para ser portavoz de la firma, será paulatinamente reconocido por los medios de comunicación y la opinión pública como un experto en el sector donde se está desarrollando. De tal manera que, si este ejecutivo eventualmente abandonara la empresa, ya habrá generado para sí mismo un valor intrínseco que lo coloca en ventaja sobre otros aspirantes a puestos relevantes.
Sin embargo, no está demás mencionar que el generar una personal branding positiva no es una labor reservada para altos ejecutivos de empresas, emprendedores, o personas que buscan convertirse de alguna manera en personajes públicos. La marca personal es lo que todos vamos creando en nuestras vidas cotidianas, sobre todo con lo que comunicamos en nuestras redes sociales y en nuestra interacción con las demás personas.
Las cosas que comunicamos y la manera cómo lo hacemos va generándonos una reputación que eventualmente nos puede ayudar o perjudicar en el terreno laboral.
Tomando en cuenta lo anterior, una decisión conveniente y asertiva es la de manejar nuestra personal branding como si fuera parte de una estrategia de relaciones públicas, aunque no representemos a empresa alguna. Finalmente estamos representando a la marca más importante, que somos nosotros mismos.
Es importante también poner atención en cómo manejamos nuestras propias “crisis de marca” -que en algunas ocasiones puede estar muy ligada a la vida privada-, porque la forma en que buscamos posicionarnos en ciertos ámbitos de la vida, la manera en cómo generamos alianzas con otros entes para un beneficio mutuo y la capacidad que tengamos para mostrar un expertise que nos coloque como líderes de opinión y personas con credibilidad —elementos que rigen una poderosa estrategia de relaciones públicas—, será determinante para el rumbo que tomará nuestra marca personal.
Si por nuestra posición tenemos acceso a herramientas de relaciones públicas, es trascendental aprovechar esos servicios al máximo y esforzarnos por desarrollar características que nos harán brillar, independientemente de que una empresa respalde nuestra imagen.