Por Eduardo Rodríguez
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@ERodriguezD
Cuenta la leyenda que a mediados de la década de los años 70, un par de muchachos decidieron emprender un negocio basado en computadoras personales. Stephen Gary Wozniak y Steven Paul Jobs decidieron unir esfuerzos para hacer y vender computadoras personales (Ronald Wayne también estaba en el equipo, pero su participación fue adquirida por Jobs y Wozniak en menos de $900 dólares antes de que la compañía fuera formalmente registrada). El esquema general era sencillo, Jobs pensaría en la funcionalidad y Wosniak en la tubería electrónica. Desde el principio, Apple concentró sus esfuerzos en desarrollar un sistema operativo más sencillo y estable que “el otro”. El sistema operativo de Apple, sobre todo lo demás, ha sido siempre maravilloso.
Pasaron algunos años y tras una serie de trastabilleos y con la ayuda financiera del multimillonario Armas Clifford Markkula -inversionista ángel que inyectó $250 mil dólares a la empresa- las acciones de Apple debutaron en la bolsa de valores de Nueva York en diciembre de 1980. A partir de ahí, con sus respectivos altibajos, la empresa se ha convertido en una excelente opción para consumidores e inversionistas. Con el paso del tiempo, ha logrado sobrevivir a múltiples crisis y el resultado es envidiable: el valor de las acciones de Apple suman más de $230,000 millones de dólares. La riqueza creada para los que supieron pronosticar que Apple sería lo que es, parece salida de un cuento de hadas capitalistas. Pongamos esto en perspectiva, si alguna buena y querida tía te hubiera regalado el equivalente a $100 dólares americanos en acciones de Apple en tu cumpleaños de 1981, hoy tendrías más o menos $560,000.00 dólares.
En el fondo, los productos de Apple han intentado que la interacción del consumidor con las máquinas sea una experiencia amena, sencilla y gratificante. El foco está puesto en que pasemos más tiempo trabajando, creando y disfrutando que resolviendo problemas de impresión, conectividad y configuración. Para logar algo así, lo primordial es que el sistema operativo sea infalible… En la vida hay pocas cosas más frustrantes que el instante en el que te percatas que la PC se ha pasmado y que el trabajo no guardado, ha dejado de existir. Eso es raro que suceda con los aparatos hechos por Mr. Jobs y su gente. Al tener un sistema operativo robusto, se pueden dar el lujo de dar el siguiente paso y hacer cosas bonitas y funcionales. Productos que no tenga uno que ser ingeniero aeroespacial para poder usar. Cuando una compañía logra eso, entonces se puede concentrar en el diseño. Apple lo ha logrado consistentemente.
Por si fuera poco, el éxito tecnológico ha sido complementado con mercadotecnia de vanguardia: tiendas, websites, spots, anuncios, logotipo, todo es perfecto. Steve Jobs entiende muy bien que la tecnología dejó de ser propiedad exclusiva de los nerds y que los que no entendemos mucho de bits y bytes, tenemos derecho e interés en comprar aparatos modernos. Para darnos cuenta de cómo piensa y actúa el Sr. Jobs, solamente hace falta ver cómo se viste y compararlo contra el look de su némesis, Sr. Bill Gates.
En fin, todo lo anterior puede ser la base de su éxito ,pero hay algo que hizo que Apple realmente despegara a las grandes ligas: distribución de música. Apple reaccionó ante una evidente y creciente necesidad del consumidor creando iTunes. Todos sabemos que antes del iPod ya existían varios reproductores de mp3 en el mercado (así como tablets antes del multicitado iPad) pero a Jobs se le ocurrió ligar su reproductor con una tienda en internet, puso toda la mercancía a dólar y ¡boom!
Debo aceptar que lo único que nunca entendí es cómo fue que el consumidor aceptó sin reproches la manera de navegar en los primeros iPods. Lo acepto, no era tan difícil pero, ¿quién no pasó varios minutos intentando encontrar una canción entre 34,543 mientras los invitados a la fiesta abucheaban? Luego salió el iPod Touch… Desde entonces, mantengo la boca bien cerrada.
A partir del gran éxito de iTunes, se ha venido una oleada de éxitos casi increíbles, resaltando el iPhone. En 2005 nadie pensó que alguien sería capaz de quitarle un pedazo de mercado a Blackberry (por cierto, fabricado en Guadalajara por la canadiense Research in Motion). Cinco años después todos nos preguntamos cómo van a hacer los de Canadá para evitar perder más adeptos.
Claro que no todo ha sido miel sobre hojuelas en Apple. Sus primeras computadoras eran extraordinariamente caras y por ende las ventas no fueron buenas, el error Newton les salió caro y ahora el iPhone4 les ha jugado una mala pasada. Con cada uno de esos sucesos el precio de las acciones de Apple fueron golpeadas en los mercados bursátiles (debido a los lógicos temores a que las utilidades fueran estropeadas). En algunas ocasiones, la golpiza fue real y en otras no y surgieron importantes oportunidades para adquirir títulos accionarios a precios atractivos.
Es impresionante cómo la empresa siempre salió adelante tras cada crisis. ¿Nos debe preocupar la crisis del iPhone4? No creo. Lo que nos debe ocupar es el análisis del iPad. ¿En realidad han creado un nuevo segmento de mercado? ¿Dependeremos todos de un iPad en los años venideros? No lo sé, pero mientras la empresa siga innovando y las ventas se mantengan con buenas tasas de crecimiento, todo debe estar bien. Y para muestra, hay que ver el más reciente reporte trimestral de Apple Inc.
La conclusión obvia es que Apple es una de las mejores compañías del mundo. Sin duda, una de las marcas con mayor prestigio a nivel global. El secreto puede estar en que sus productos satisfacen gran parte de las necesidades de un terrícola capitalista en el siglo XXI: comunicación, trabajo y entretenimiento. Todo con la promesa de mantener nuestras frustraciones alejadas ofreciéndonos productos bonitos y sobe todo, que funcionan.
Salvo que Signore Ponzi esté detrás de esto, me declaro fan de Apple.