Con el dominio económico de generaciones como la Millennial, que este año poseen el 50 por ciento del consumo en el mundo, el comportamiento en las industrias se ha transformado.
La mentalidad de las nuevas generaciones apunta a defender ideales y preocuparse por aspectos en los productos y servicios que los consumidores de la “vieja guardia” no tomaban en cuenta, es así que la industria publicitaria y de mercadotecnia fue impactada por esta tendencia.
Entonces, nació un nuevo concepto: brand activism. Hace referencia a aquellas marcas que comprendieron que tienen que ser un factor de cambio en un aspecto de la sociedad y no sólo vender por vender.
Los valores de justicia y ética son los que enganchan a los consumidores con las marcas que los vuelven parte fundamental para la compañía, pero no desinteresadamente, su activismo generalmente beneficia a la compañía.
No se trata de hacer mención de una causa, como “todos contra la violencia” o ese tipo de spots que muestran un caso social, sino que el brand activism provoca en las marcas la necesidad de crear un movimiento, una fundación, un elemento en el que el consumidor pueda ver en la práctica el impacto que genera con la promoción de una causa.
Entre las marcas que practican este tipo de mercadotecnia está Tecate, que en su reciente campaña promovió la lucha contra la violencia hacia la mujer y para ser coherente destinó lo que iba a gastar en transmitir su nuevo comercial en el Super Bowl a la Fundación Red Nacional de Refugios.
También figura Mary Kay que lanzó la edición especial Giving Heart de un Rubor Mineral, para destinar una parte de las ganancias a una organización dedicada a proteger a las mujeres contra la violencia familiar.
Es así como el brand activism es cada vez más relevante y recurrente entre las marcas.