El mercado de lujo se ha establecido como uno de los grandes segmentos en que los productos y servicios que lo integran se basan en exclusividad, precio, origen artesanal y experiencia que ofrecen.
Un ejemplo que nos habla de esto, es el valor del mercado de bienes de lujo a nivel mundial y esperado para este 2016, el cual alcanzó los 249 mil millones de euros, según proyecciones de con cifras de Bain & Company y Fondazione Altagamma.
Lo anterior ha dado la pauta para dimensionar los segmentos que integran un mercado de lujo, cuyas oportunidades comerciales y de generar valor se determinan en función del alcance que logra no solo entre consumidores, sino en la forma en que se conecta a través de tecnología con tres ejemplos muy claros:
1. redes sociales.
2. consumidores digitalizados.
3. omnicanalidad.
La participación de las marcas de lujo dentro de los canales como lo son las redes sociales ha llevado a estas compañías a contar con cuentas de Twitter, por ejemplo, aunque no las convierten en puntos de atención al cliente, tal como ocurre con marcas comerciales; por el contrario, se limitan a la generación de contenidos y en algunos casos, como ocurrió con Burberry, se apuesta a estrategias de transmisión en vivo de sus pasarelas, por ejemplo.
Los consumidores digitalizados fueron descubiertos en un estudio que Google encargó a Ipsos, en donde reconocieron que el 100 por ciento de los consumidores de lujo dijo tener habilidades tecnológicas.
Respecto a la omnicanalidad, el mercado de lujo ha encontrado en este recurso una oportunidad determinante para comercializar sus productos de manera exitosa ante mercados internacionales y en función de la demanda que encuentra de sus productos a través de portales de comercio electrónico, donde surge un fenómeno interesante de webrooming y showrooming, donde el consumidor puede comenzar su experiencia de compra en digital y concluirla en punto de venta o de manera contraria.