El marketing político de ‘buena fe’ ha sucumbido ante el previsible interés de los equipos estratégicos de comunicación de la mayoría de los candidatos que intenta capitalizar el ambiente de hostilidad y polarización que hoy caracteriza no sólo al estado más grande de la República Mexicana y a la nación, sino al mundo entero.
La apuesta en las estrategias de comunicación de este proceso electoral que está a doce días de ser consumado es -como parece ser todas y cada de las etapas de transición en México- una lucha que se libra en un terreno en el que las propuestas y planes de acción pierden brillo frente a difamaciones que buscan obtener votos de castigo antes que una elección basada en la información y el bien común.
Con 16 millones 187 mil habitantes, de acuerdo con cifras del Gobierno Federal, el Estado de México es la entidad más poblada de la República Mexicana. En términos económicos hablamos de un estado que porta el 9.4 por ciento del PIB nacional además de recibir el 7.5 por ciento de la inversión extranjera directa.
Sumado a lo anterior se estima que en esta entidad habitan 11 millones de empadronados, números que en suma representan electoralmente un peso fundamental que podría determinar el futuro de los comicios presidenciales en 2018.