La premisa toma singular significado cuando consideramos que vivimos en un entorno hiperconectado, en donde plataformas como las redes sociales han dejado de ser ‘espacios privados’ de entretenimiento, para convertirse en fuentes de información que además de serias y ‘confiables’, son referencia para tomar decisiones que van más allá de elegir el siguiente concierto al cuál asistir o cuál será el mejor momento para lanzar un spot al aire.
El ejemplo más claro son los requisitos agregados por la nueva administración de Estados Unidos para acceder al país así como para solicitar una visa.
A principios de este año, el diario The Independent reportaba con declaraciones de la Asociación Americana de Abogados de Inmigración (ALIA por sus siglas en inglés) que agentes fronterizos habrían detenido a viajeros que intentaron cruzar la frontera americana a pesar de contar con documentos de migración como la green card o Visa, como parte de un nuevo proceso en el que lo publicado en redes sociales como Facebook o Twitter era tema crucial para determinar si eran o no ‘una amenaza’ para el país y así definir si tenían libre acceso a la nación o este era denegado.
La propuesta que encierra el hecho y la paranoia generalizada que de esto se derivó, pone sobre la mesa la creciente sensibilidad que el consumidor demuestra por asuntos relacionados con su privacidad, preocupación que si bien no es tema nuevo, si adquiere otras dimensiones en tiempos en los que los datos son la nueva moneda de cambio.