Como se esperaba, cerca de 130 millones de estadounidenses acudieron a las urnas el 8 de noviembre y eligieron al tetragésimo quinto presidente (45) de su país en una doble campaña que dividió al electorado en dos realidades y dos visiones contrapuestas.
Los 59 millones de votantes que votaron por Donald Trump destrozaron las previsiones que encuestas y analistas que señalaban una imposibilidad y rompieron un récord de ciudadanos blancos en las urnas. Esta mayoría silenciosa llevó al republicano a conquistar casi un tercio del voto latino para hacerse con los estados clave como: Florida, Pensilvania, Ohio y Wisconsin.
El presidente electo de Estados Unidos superó los 270 votos electorales necesarios, ya que alcanzó 289 de los 538 electorados del Colegio Electoral a la espera de que se oficialice el recuento en los estados de Michigan y Nueva Hampshire.
De acuerdo con encuestas de salida, alrededor del 29 por ciento de los electores hispanos votó por Trump (similar proporción para los republicanos que en 2012), aunque el 71 por ciento no lo quería como presidente, y más de 80 por ciento de los afroamericanos preferían a Clinton.
El electorado que logró amasar Trump ubica a los hombres blancos de media o baja formación y de zonas rurales y clase trabajadora, estadounidenses que desprecian las políticas neoliberales, las mismas que los republicanos promovieron, luego de la crisis de 2009, que han ampliado y hecho más notable la desigualdad.
Entre otras cosas, esas políticas auspiciaron la llegada de mano de obra inmigrante, muy criticada por Trump y uno de los discursos más exitosos del candidato republicano, mismo que ya le valió ser presidente electo de Estados Unidos.
Los ‘continuistas’ demócratas
Los que apostaban a Hillary Clinton eran el grueso de estadounidenses que querían la continuidad, ya que las reformas económicas de Obama estaban funcionando a un nivel que envidiarían otros países desarrollados, con un desempleo a niveles mínimos (5 por ciento del 8 por ciento de 2008) y los ingresos medios al alza.
Sin embargo, los demócratas salen con su peor resultado electoral desde 1988, cabizbajos y preguntándose cómo el hombre sin experiencia política y con una campaña que no se ajustó a la reglas tradicionales del manual de marketing político, pudiera ganarles.
Clinton obtuvo 228 electorados y pudo vencer a los republicanos en Nevada y Colorado, pero casi pierde Virginia y no cumplió las expectativas que la ponían por delante en Carolina del Norte, Pensilvania o Michigan.
Los mayores márgenes de victoria para los demócratas coinciden con las grandes ciudades estadounidenses, desde Washington hasta Boston, en el este; Chicago, Houston, Texas; o en Alabama.
Durante la madrugada de este miércoles en su discurso de victoria, el presidente electo habló de unir al país; mientras que Barack Obama se expresó en líneas similares en su conversación y Hillary Clinton reconoció que “el país está más dividido de lo que pensábamos”.
Queda por ver cómo se pueden conciliar dos visiones del país totalmente diferentes durante una presidencia de Donald Trump.
La otra división que han puesto en evidencia estas elecciones es la generacional, un sector por el que debería preguntarse Estados Unidos, ya que su voto no fue decisivo como se esperaba, en unas elecciones que rompieron récords de audiencia en redes sociales y plataformas digitales.