Las redes sociales se crearon con unos fines, más bien de diversión y conexión, pero era de esperarse que también hayan tomado los trayectos más inesperados y oscuros. Todo lo corrompemos los seres humanos. El engaño y la trampa son forma de supervivencia de muchos, sobre todo en ámbitos como el político. En este sentido, Twitter se ha convertido en la herramienta perfecta para manipular a la opinión pública, crear tendencias y llevarnos de las narices –como vacas al matadero- a pensar lo que a unos pocos les interesa que pensemos.

No puede ser más perfecto Twitter al servicio de las esferas del poder. La red del pajarito, por ejemplo, es uno de los aliados más fieles de Trump: a través de sus frases crea noticias, ataca, retrocede, amenaza, altera y encamina a sus seguidores –y detractores, claro- hacia donde él necesita.

Y es que en Twitter no hay límites. Existen robots multiplicadores de perfiles y cuentas falsas que utilizan grupos políticos, personajes públicos y entidades de gobierno. Se pueden crear miles de cuentas sin problema alguno y asimismo aumentar los seguidores en minutos mediante pagos irrisorios.

En ese sentido Twitter es débil, no garantiza veracidad, se convierte en mares revueltos llenos de verdad y basura, de farsa y statu quo, como sopas cuyo recado no puede separarse. Es cierto que Twitter ha intentado luchar contra la epidemia de cuentas falsas, pero la verdad es que no ha logrado inventarse el verdadero remedio: que una misma persona no pueda administrar muchos perfiles.

Así es hoy la verdadera guerra sucia entre contrarios políticos e ideológicos y económicos. Sí, miles de cuentas a favor de causas específicas que se destinan a bombardear con mensajes que en segundos ya están en cualquier cantidad de mentes: más allá de diseñar rutas para generar tendencias, es la guerra del pensamiento… Y ahí estamos, como burros todos, creyendo con fe ciega lo que aparece en nuestros teléfonos. Qué poco nos cuestionamos.

La humanidad nunca se imaginó poder disparar contundente y directamente un arma hacia los cerebros para sembrar ideas y modos de pensar, posiciones. En cuestión de segundos, y voluntariamente, que llegara a las manos de cada uno, se encontraran donde se encontraran.
Pues así es. La política se está haciendo en Twitter, rey de las campañas masivas. Más que nunca se hace con palabras, lo delicado es que sea con palabras falsas, exageradas, armadas y acomodadas. Por eso los grandes equipos digitales de los partidos, candidatos y gobernantes, se están constituyendo cada día más en verdaderos ejércitos cibernéticos que conquistan conciencias.

Ahí entra la cuestión ética… Sálvese quien pueda.