Las palabras no sólo son un conjunto de vocales y consonantes que tratan de expresar un significado, el cual debería ser objetivo e imparcial, también son un arte ya que por medio de ellas se pueden despertar sueños, fantasías, creaciones, innovaciones, pero también pueden ser un arma letal que las destruyen.
En teoría somos seres racionales, pero también las emociones forman parte de nuestra personalidad, y justo ellas con en su polaridad oscura expresadas por medio de las palabras, pueden ocasionar daños (a veces irreparables) cuando la impulsividad y la soberbia son las que actúan en vez de la razón y el manejo de la ira o de los sentimientos negativos.
Durante las pláticas con amigos, compañeros, jefes e incluso pareja, oiremos o escucharemos ideas o pensamientos que, quizás, no estemos de acuerdo o no estén en nuestro registro de ética, moral o de principios como viables, pero no por ello significan que no tienen valor para la persona que los expresa, por lo que no nos corresponde descalificar y mucho menos demeritar, es cuando la prudencia y el respeto por el otro debería estar activo.
En los diálogos que establecemos con las personas es inevitable el “aceptar o no aceptar” lo que escuchamos, si evaluamos usando nuestros juicios o prejuicios provocaremos una auto ceguera e incredulidad, si bien es cierto que existen varios tipos de aprendizaje, el hacer uso de un conocimiento previo durante el proceso de conocer a la persona o sesión de retroalimentación, limitará además de la escucha, una negociación ganar–ganar.
En ocasiones es sano acudir a una fuente neutra (incluso diccionario) para aclarar el significado que cada persona le está dando a un asunto, tema expuesto, pensamiento o idea, la ruptura de la comunicación puede deberse a un error en la decodificación del mensaje, hagamos uso de la literatura, y si se requiere, hasta de un experto externo en el tema para arreglar un conflicto.
El creer que podemos pensar lo que la otra piensa (o peor aún estar seguros) habla de soberbia y de una falta de credibilidad y confianza por el otro (puede ser incluso un mecanismo de defensa el cual no nos corresponde solucionar), si juzgamos y nos adelantamos al discurso de la otra persona, podríamos provocar además de una desmotivación en la relación que se tiene, un disgusto, y peor aún, una respuesta agresiva.
Desde mi opinión personal, una sesión de retroalimentación no importando en qué tipo de relación se esté, debe considerar:
Alteridad, la cual conlleva a respetar a la otra persona, literal como un otro, es decir, como un ser individual el cual no nos pertenece (incluyendo sus objetos, posesiones, pensamiento, cultura, educación, puntos de vista), tan valioso son sus puntos de vista como el nuestro, al ser una persona merece ser respetada.
Una conducta asertiva, según Alberti y Emmons (1998) “permite a una persona actuar con base a sus intereses más importantes, defenderse sin ansiedad inapropiada, expresar cómodamente sentimientos honestos o ejercer los derechos personales sin negar los derechos de los otros”.
La asertividad conlleva pues, a expresar sentimientos, actitudes, deseos, opiniones y derechos, por tanto la persona que escucha debe hacerlo con un profundo respeto y de forma neutra haciendo uso del manejo de las emociones y no cegarse por medio de los prejuicios que se tiene, no es una tarea sencilla, pero se puede hacer.
Si la persona a la cual le estamos expresando nuestras ideas o pensamientos de forma asertiva no le da valor, no insistas, es como sembrar en tierra infértil, invertirás energías y te desgastaras física y emocionalmente, no lo tomes de forma personal, aunque escuches aquella frase “no eres nadie para decirme las cosas”, pasará el tiempo y quizás se dé cuenta tarde que temprano que perdió la oportunidad de vincularse contigo, da la media vuelta y despídete cortésmente, no quedó en ti.
Si por el contrario, tienes una importancia para quien te escucha y eres alguien, no solo te pondrá atención, tendrá la humildad para aprender a través de ti y crear en conjunto, vinculándose profundamente, recuerda estar con aquellas personas para los que eres alguien en sus vidas, empezando por ti, así que cuida también las palabras que dices a tu persona por medio de la coherencia y asertividad.