Joseph Campbell, el genial intelectual y pensador norteamericano, experto en el tema de los mitos y las religiones comparadas, estableció con una admirable lucidez que: “Los mitos son sueños públicos y los sueños son mitos privados”.
Esta brillante reflexión acerca del mito, como concepto, resulta de la más absoluta relevancia para cualquier mercadologo que se de a la tarea de construir un marca exitosa.
Los mitos son síntomas precisos de las culturas; reflejo claro de los más grandes sueños y ambiciones de las sociedades. Un mito es un contenedor capaz de albergar la idiosincrasia de un pueblo entero. Entre otras, la función de los mitos en las sociedades es la de transmitir con éxito sus valores y creencias más representativos. Por medio de potentes alegorías e historias empáticas, los mitos se valen de artilugios narrativos para proyectar aquello que es importante y define a un colectivo de personas. La base del mito nunca es su historia per se. El componente fundamental del mito son los valores y creencias que ambiciona transmitir, y que a su vez existen de manera previa en la sociedad. El mito toma valores y creencias predeterminadas que definen a la sociedad como tal, o a ciertos grupos sociales, y los regresa en forma de atractivas historias con el afán de reafirmarlos y hacerlos asequibles para los individuos. De esta manera, un verdadero mito nunca es una historia arbitraria, basada en la simple ocurrencia de autor. Se trata del resultado de un discurso ya existente, contenido en una historia. El verdadero mito siempre es creíble y relevante, puesto que su origen esta cifrado en lo que cree la gente y es relevante para ella.
Una de las formas más importantes por medio de la cual la sociedad actual vive los grandes mitos culturales y sociales, son las marcas. Las grandes marcas y sus historias están construidas sobre un fundamento de creencias y valores que ya tienen un lugar profundamente arraigado en la mente colectiva de una sociedad o de un segmento de individuos. Toman los valores y creencias, es decir los mitos vigentes, como la materia prima, a base de la cual diseñan su narrativa, para regresarle al público esas mismas creencias y valores en forma de historias originales que las diferencien y que logren reafirmar lo que las personas ya creen.
Así como las historias de los grandes mitos, una marca que aspire a convertirse en una gran marca, no puede omitir en su construcción las creencias y valores presentes en su mercado, para que éstos sean el fundamento sobre el cual se construya. Una marca jamás debe ser arbitraria frente a lo que las personas ya creen o contradecirlo. Su propuesta de valor será relevante, en la medida que la marca logre contar una historia, en el mejor de los casos, original, que se vincule de manera íntima con los mitos actuales del consumidor.
Una marca es una historia. Y una gran marca, es una gran historia.
La construcción de una marca poderosa debe considerar el mito o mitos colectivos en la mente de sus consumidores; aquello en lo que ya creen. Y será en la medida que una marca logre “adueñarse” de esas creencias y valores, locales, regionales o globales, que se vuelva parte del estilo de vida de los consumidores y logre un posicionamiento robusto en su mercado.
En la actualidad, las marcas exitosas son esos “sueños públicos” de los que habla Joseph Campbell. La ambición de cualquier marca es que el consumidor sueñe con ella para convertirse en un “mito privado”, de acuerdo a la lucidez visionaria de este notable autor que nos ofrece una valiosísima lección a los que nos dedicamos a la construcción de marcas que aspiran al éxito.