San Diego, CA. USA
Decepcionante, por decir lo menos. Aquella noche quedé perplejo ante el burdo manejo de la publicidad superpuesta a una transmisión deportiva orquestada por un canal mexicano.
Nos habíamos reunido los cuates con familia en casa de uno de nosotros a fin de ver los partidos de México. El interés se centraba especialmente en la selección contra USA. Nuestro anfitrión tenía todo listo: cervezas, chescos, vino, botanas y, muy a la americana: hamburguesas y Hot dog´s asados a la parrilla. Todo iba de maravilla hasta que presencié el peor manejo de publicidad televisiva en vivo que yo haya visto jamás. Me explico:
Antes de hacer una reseña de mi experiencia deportiva-publicitaria -motivo de esta columna- he de aclarar que, por razones de residencia y gusto, no veo mucho la televisión mexicana, de hecho nada. Soy más afín al “tiempo estelar” de las cadenas de acá, especialmente sus series (programadas para ser grabadas) y al “stream” de los diferentes proveedores. Lease: “no veo muchos comerciales”.
Sin embargo, ese día sábado jugaba la selección y todo animaba a participar “en vivo” en la fiesta apoyando al equipo, ya fuera: vitoreando lo bueno (que fue mucho) y/o vociferando improperios hacia los jugadores consentidos cuando éstos fallaban frente a la portería (de lo cual hubo bastante).
La transmisión, a cargo del canal 13 de México (señal tomada del aire de Tijuana), estaba por comenzar. Los anuncios asociados a los comentaristas ya empezaban a abrumar mas, no importaba ya que el partido aún no comenzaba. No había que prestar atención.
Con el silbatazo que diera arranque a la transmisión y al partido, comencé a notar algo que, al menos para mí -pues mis amigos (deduzco) más acostumbrados a los canales mexicanos no “parecían notar”- representó una molestia presente todo el partido. Desde el mismísimo minuto uno, la transmisión se nubló de un rosario aberrante de productos publicitarios en formato (disque) BTL (Below The Line Mkting) altamente ofensivos para los sentidos: especialmente visuales y auditivos. La santidad horizontal de la pantalla de TV de alta definición de mi cuate, se veía ultrajada de intenso ruido visual. Lo que vi…
1.Twitteo en barra superior.
El twitteo perenne y profuso en la barra superior de la pantalla, tenía nada que ver con el partido. Las opiniones de desconocidos y sus saludos a familiares, distraían y agregaban cero valor a la transmisión.
2.Comentaristas tomado bebidas energizantes al aire.
Que tristeza verles de perfil haciendo como que bebían “Electrolyte”. ¡Por Dios!. El embotellador debería retirarles la concesión.
3.Banner opaco abajo de la pantalla.
Lo peor… el obstruyente banner publicitario en la parte baja de la pantalla que, si bien a veces es traslúcido (y aún así cubre), en esta ocasión era MATE y bloqueaba las jugadas de la orilla de la cancha; inclusive cuando había saque de banda.
4.Comentarista ofertando equipos electrónicos mientras narraban el juego.
Cada determinado tiempo el comentarista en turno -supuestamente aprovechando un espacio “sin acción”-, hacía una pausa y, en el mismo tono de voz entusiasta de la narración (confiriéndole importancia), lanzaba una oferta de productos de entretenimiento electrónicos los cuales salín en el banner inferior. Para lograr doble efecto.
5.Por último, manejo chusco de tomas de jugadores lastimados asociándoles con un medicamento para las agruras.
Para rematar, los de cabina mi imagino, editaban y producían mini escenas a close-up mostrando “rostros de dolor” de algún jugador lastimado para promocionar… Pepto-Bismol.
Para aquellos que consideren que mi artículo es parcial y tendencioso, les ofrezco una disculpa, sin embargo declaro: “como analista de mercadotecnia y publicidad que, todo medio debe de aportar calidad, ingenio, creatividad y algo de cultura y, lo que vi, no tenía nada de eso, lo bueno… GANÓ LA SELECCIÓN.