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Hoy, a 87 años de su nacimiento, Alberto Díaz Gutiérrez mejor conocido como Alberto Korda, es el célebre y exclusivamente responsable fotógrafo de haber captado la imagen en la que aparece retratado Alberto “el Che” Guevara mientras miraba el cortejo fúnebre del atentado al barco La Coubre el 5 de marzo de 1960.
Korda, el fotógrafo -no oficial- de Fidel Castro ni del Che, quien en sus orígenes comenzó como fotógrafo publicitario e impresor de contenidos comerciales, saltó involuntariamente al estrellato al haber logrado la fotografía reconocida como la más famosa, las más reproducida y la más icónica de la historia, por lo menos hasta el siglo XX; el Guerrillero Heroico.
Fundador de la fotografía submarina en Cuba e igualmente autor de obras como “La Niña de la Muñeca de Palo”, su obra predilecta o, “David y Goliat”, que muestra a Fidel Castro mirando la estatua de Abraham Lincoln en la capital estadunidense, dedicó su vida a compartir toda una serie de imágenes de diferentes índoles, convirtiéndose en aquellos tiempos en la única alternativa gráfica de la publicidad en Cuba.
Como suele suceder, cuando una imagen se convierte en la pieza de moda, lo que hoy entenderíamos como un “trending topic”, se reproduce de manera indiscriminada bajo toda serie de argumentos y justificaciones, a fin de no obtener o evitar las autorizaciones que por su uso y explotación deberían existir.
Guerrillero Heroico es una obra que ha sido utilizada sin autorización en detrimento del hoy fallecido autor y de su única causahabiente, en un sin fin de productos y campañas publicitarias bajo una amplia gama de violaciones a los derechos de autor. Aprovechada para hacer alarde del traspié diplomático de Vicente Fox con Castro en el 2002 cuando le dijo “cenas y te vas” o para vender playeras que tuvieron su auge al reproducir marcas mundialmente famosas tropicalizándolas a bienes o costumbres mexicanas como el “Che Pillín”, Diana, la titular de los derechos, ha tenido que abanderar un sin fin de procedimientos en todo el mundo para hacer valer las prerrogativas que representa; honor y respeto al acervo de su padre.
Una obra protegida por los Derechos de Autor, por más famosa, notoria o común que sea, no pierde por ello su protección. No es sinónimo de dominio popular, es decir, arraigada por el groso de un sector de la población, que dominio público, lo que implicaría el término de la vigencia de los derechos patrimoniales de autor y, por ello, su libre uso, siempre, claro está, respetando los derechos morales.
Es tan común en la industria publicitaria que estos conceptos se confundan y por lo mismo se pretenda utilizar una obra, en este caso, las fotográficas, bajo el estandarte de “todo el mundo la está usando”, que se lleve a cabo un sinnúmero de transformaciones a la misma para adaptarla al mensaje que el cliente pretende comunicar en su campaña para lograr una mayor penetración.
Los derechos morales de autor, aquellas prerrogativas intrínsecas al creador de la obra, tienen cuatro características de conformidad con la legislación mexicana y que además, coinciden con el resto de las legislaciones de la región que son de fácil entendimiento a pesar de ser de difícil respeto; inalienables (no se encuentran en el comercio), irrenunciables (no se pueden rechazar), inembargables (no son objeto de gravamen), pero, sobre todo, imprescriptibles (no se adquieren ni se pierden por el transcurso del tiempo) y que, con sus individuales características como lo son el derecho de paternidad (reconocimiento de autor respecto de las obras de su creación), de divulgación (facultad para determinar si su obra es dada a conocer o se mantiene inédita), de integridad (oponerse a modificaciones de su obra) y de retracto (solicitar que los ejemplares o medios en donde se encuentre reproducida su obra sea retirada del comercio), logran generar un ámbito de protección para todos los creadores de contenidos culturales y comerciales.
Por lo anterior, una obra, a pesar de ser “la de moda”, no puede ser utilizada aunque “todo el mundo lo haga”, si no se cuenta con la previa y expresa autorización de su titular.
Insisto, libre acceso no es sinónimo de libre uso.
Marce, te haré caso, siempre al pendiente.