Internacional.- Las tazas de baño con aplicaciones (sí, como si fueran un iPhone) forman parte de la vida cotidiana en Japón. En breve, esperan llegar a Estados Unidos y Latinoamérica. ¿Los comprarías?
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Dos grandes marcas japonesas relacionadas con la fabricación de retretes, Toto y Lixil, están en proceso de expansión. Quieren llegar con sus “inodoros inteligentes” a los Estados Unidos y Latinoamérica, según publicó el New York Times.
¿Qué hacen estos retretes? (además de lo que todos ya sabemos que hacen). Por ejemplo, las tapas se levantan automáticamente, los asientos se calientan y tienen bidés integrados, algo que en Estados Unidos o Europa no se ve habitualmente. Es más, los modelos más avanzados pueden sincronizarse sincronizados con los smartphones por medio de una conexión Bluetooth y programar preferencias, como música favorita en los altavoces incluidos en las tazas.
La penetración de estos inodoros es alta en Japón, según el WSJ alcanza al 75 por ciento de los hogares. “La mayoría hechos por una de las dos compañías: Toto Ltd, el mayor fabricante japonés de artículos para la higiene, o Lixil Corp”, dice el medio.
Hasta ahora, este tipo de artefactos sólo está presente en los Estados Unidos en lugares muy puntuales, como los baños de los artistas de Hollywood, o algún que otro millonario. Es que se ve más como una excentricidad que como algo necesario. Además, pueden llegar a costar hasta 10 veces más que el valor de un retrete común.
Toto Ltd es la que está más cerca de desembarcar en Latinoamérica, a través de una subsidiaria en Brasil. Como la marca ya opera en la mayoría de los países de América Latina, le será más fácil. Tiene fábricas en Monterrey y en San Paulo, pero sólo fabrican retretes convencionales. Los “inteligentes” marc Washlet y Neorest vienen de Japón. Las pocas ventas que se hacen son para grandes hoteles, resorts o apartamentos de lujo.
Según el WSJ, ya hay algunos baños con smart-retretes en Villas del Palmar en Los Cabos (México), en el hotel Intercontinental Tamanaco Caracas, en el Edificio Santorini (Viña del Mar, Chile) y en algunos de los palcos VIP del Arena Corinthians (San Pablo), donde se jugó el partido inaugural del Mundial de Brasil.