40 días y contando. Las campañas políticas para renovar más de 2,000 cargos públicos: 9 gubernaturas, cientos de curules para legisladores locales y casi 1,000 alcaldías. Para los procesos, el Instituto Nacional Electoral (INE) aprobó el reparto de recursos públicos entre los partidos políticos para realizar sus campañas. La bolsa asciende a un total de 5,356 millones 771,247 pesos. Pero ¿han funcionado las estrategias? ¿Transmiten el mensaje esperado por el ciudadano?
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La idea es que con esos recursos los candidatos ejercieran su derecho a presentar sus propuestas, ya sea a través de mercadotecnia política, activaciones y estrategias de comunicación que les permita llegar a la población que está dentro de su territorio objetivo. Y sí, si hay un bombardeo de anuncios, carteles, spots y otro tipo de propagandas a través de canales digitales, pero ¿tú te has detenido a leer o escuchar quiénes son, qué proponen y cuál es su trayectoria?
Estoy segura que muy pocos responderán que NO. ¿Por qué será? Simple, porque el bombardeo ha sido descomunal y más allá de tener propuestas, lo que observamos son campañas de desprestigio contra sus adversarios, las cuales suenan en la radio y TV todo el día, con frases tales como “Les dije que nos iban a llevar al despeñadero”, “¿ya estás cansado de lo mismo?”, “¿qué harías si…?”.
Todas, orientadas a pretender que “su partido” no hace lo mismo y que son la mejor opción para el ciudadano, pero no se centran en hablar de los candidatos. Pero entonces, ¿dónde quedo el objetivo general de las campañas políticas?: dar a conocer a los candidatos y no tanto al partido (breve currículum), trasmitir sus propuestas, cómo lo van a hacer, cómo es posible acercarse a ellos. Una estrategia informativa y no de desprestigio.
Lo ideal sería encontrar campañas inteligentes que tomen en cuenta componentes como ciencia política, la sociología electoral y las herramientas de comunicación que tienen a su alcance. Todos integrados de tal manera que propongan ofertas razonables y orientadas al desarrollo del país.
Así lo manejan en otros países como en Estados Unidos, en donde sólo hay dos partidos: demócrata y republicano. Sus estrategias también incluyen una parte de desprestigio contra su adversario, pero no es el punto clave. Barack Obama es un ejemplo claro de lo que se puede lograr. Él y su equipo lograron mediatizarlo efectivamente conformando una campaña que manejó las nuevas tecnologías para llegar a un nuevo público y consolidar el voto duro.
Su plan buscó que el candidato fuera una marca; sus mensajes fueron simples (Esperanza, El cambio en que podemos creer, y Yes we can); utilizaron las nuevas tecnologías para la movilización de recursos (Las redes sociales); e implicaron al mercado juvenil.
Es decir, se posicionó al candidato, dieron a conocer sus propuestas, identificaron los canales de comunicación ideales para transmitir sus mensajes y, mejor aún, definieron a qué mercados querían llegar. Con esos puntos bien estructurados pudieron armar una campaña que los llevó al éxito, no sólo para obtener la Presidencia de Estados Unidos, sino a marcar tendencia a nivel internacional en cómo deben realizarse las campañas políticas, y en ser los primeros en utilizar el mundo digital.
Estrategia que nos gustaría ver en México. Tenemos campañas sin pies ni cabeza y que utilizan indiscriminadamente todos los medios de comunicación sin un mensaje real. Bien dice la teoría publicitaria que lo que verdaderamente satura no es la repetición de los mensajes, sino su falta de creatividad. Si utilizaran métodos ingeniosos, seguramente no hablaríamos de saturación o hartazgo a tal grado que mejor apagamos la radio, la TV y dejamos de consultar nuestras redes.