Santiago, Chile.- Pasarán los años, pasarán las generaciones y los prejuicios contra nuestro género seguirán existiendo. Lo más vergonzoso es que la mayoría de esos prejuicios surgen en nuestras propias filas. Pregúntale a una mujer si prefiere un jefe o una jefa y descubrirás que un brillo maquiavélico en su mirada se adelanta a una respuesta del tipo “obviamente un hombre, basta con mis propios problemas hormonales”. Es decir, seguimos tomando los manidos argumentos masculinos de siempre, para desprestigiar a nuestras congéneres, muchas veces sin razón.
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Es cierto, de todo hay en la viña del Señor, pero esa viña abarca hombres y mujeres. Una buena o mala experiencia puede darse con ambos géneros. Sin embargo, la imagen de la jefa dominante y terca se impone en el inconsciente colectivo.
De acuerdo a una encuesta realizada por Gallup hace un par de años, el 35% de los estadounidenses prefieren tener a un hombre como jefe, sobre el 23% que prefiere una mujer. Cabe señalar que 4 de cada diez personas no manifestó una preferencia. Al menos, la investigación demostró que algo se ha avanzado desde la primera muestra, el año 53 en que el 66% optaba por un hombre que lo dirigiera.
Los mitos
La mujer en el poder suele ser menos flexible. La idea de que la mujer necesita demostrar su liderazgo implica que no puede mostrar debilidades. En ese contexto, se especula que una jefa no aceptará críticas, ni opiniones diferentes a la de ella.
La imagen de jefe está arraigada. Como el poder ha sido ostentado históricamente por los hombres, la costumbre podría ser un factor para definir la preferencia por un jefe ya que es una imagen familiar y daría cierta seguridad (la idea patriarcal del poder)
Choque de emocionalidades. Como ya lo enunciábamos en un comienzo, las mujeres tememos a la excesiva emocionalidad de nuestras congéneres y por lo mismo, cuando se ha tenido una mala experiencia, es fácil escuchar la sentencia “no trabajaré con otra jefa jamás”
Solidaridad femenina obligada. Muchas mujeres esperan que su jefa las entienda en términos emocionales y que, ojalá, sea su amiga, por lo que cuando ella la enfrenta con una situación poco grata, la desilusión agranda la mala imagen de la jefa como cargo.