Tras décadas de despliegue de la creatividad publicitaria y cientos de acontecimientos sucedidos en pro de construir y pensar las estrategias comerciales y de marketing para saber qué vender, a quién y cómo, son ahora algunos negocios surgidos en Estados Unidos los que por fin pusieron a la venta el producto más necesitado por las personas para tener calidad de vida.

Sin etiquetas ni focus groups ni eslogans ni estudios de marca, digo, ni siquiera marca, superaron los esfuerzos de la industria refresquera, de la de entretenimiento, de la de colchones, de la farmacéutica, de la religiosa y hasta de la polémica industria de narcóticos. No existe nadie que no requiera de su producto: un abrazo.

Hoy abrazar y hasta dormir de cucharita, aclaro siempre con ropa, es un negocio. Miles de personas en 16 estados de Estados Unidos están haciendo citas con los profesionales del abrazo. Usted o yo podemos ser uno de ellos, no se necesita certificación ni estudios previos. Tal cual, estas personas ofrecen entre sus servicios extras dar palmaditas tiernas, hacer cosquillas y bueno, si el presupuesto se adapta, entregan abrazotes de oso y otros que pueden perdurar horas.

Muchos dicen que empezaron a contratar el servicio por “mera curiosidad”, aunque yo digo que debajo de esas ganas de conocer existía un vacío afectivo. Y todos –digan quién no- tenemos alguno en algún momento. Pues estos abrazos, porque ya existen varias compañías (Cuddle Connection, Cuddle Up To Me, Cuddle Theraphy, etc.), cuestan alrededor de 50 dólares por 45 minutos de abrazo, tarifa que puede subir hasta 425 por una noche entera en que uno duerma protegido por los brazos de otro.

Hay empresas que ofrecen sus abrazos en sillas, otras en camas. Algunas ponen cámaras de video para vigilar que “no se caiga en la tentación”… Otras marcas de abrazos tienen formatos para que uno firme un compromiso de que no va a pasar nada más que el abrazo o las cosquillas juguetonas; y otras tienen esquemas del cuerpo con zonas “rojas” o prohibidas de tocar, por ejemplo, está bien tocar las piernas del otro, pero no subir del muslo. Qué difícil, creo, para algunos.

También existe una aplicación llamada Cuddlr para encontrarse con extraños y abrazarse… Ya se le han hecho 250 mil descargas, y en promedio 8,500 personas la usan cada día. ¿8,500 personas en línea buscan sólo un abrazo? Otra plataforma consciente de esta crisis de abrazos es Cuddle Comfort, a través de la cual se encuentran desconocidos todos los días para dormir abrazados toda la noche, aclaro de nuevo, cero sexo.

Los beneficios de este novedoso producto son tantos, van desde subir los niveles de oxitocina, la hormona que produce el hipotálamo y hace las conexiones a nivel emocional hasta la reducción y estabilización del ritmo cardíaco y el alivio del estrés. Y bueno, ni qué decir de las bondades del producto a otros niveles difícilmente medibles como la autoestima y el gusto por la vida, nada poca cosa.

Les confieso que al leer sobre esto quedé en shock, todos los días estreno mi capacidad de asombro. No porque crea que un abrazo no debe ser un bien comercializable, no me interesa vincular este asunto con cuestiones morales que bastante nos complican la vida, sino porque en el mar de noticias de avances tecnológicos para la ciencia, la medicina y las comunicaciones a todo nivel, y en medio de la aparición de cuánta red social que evidencia que estamos siempre y más conectados que nunca, a mí me queda una enorme sensación del vacío de una humanidad perdida en sí misma, a la que le faltan abrazos.