Desde su designación en 2013, el papa Francisco captó la atención mundial no solo como líder espiritual de la Iglesia católica, sino también como una figura mediática de peso. Su estilo directo, su enfoque pastoral y su voluntad de abordar temas complejos generaron una relación ambivalente con los medios de comunicación: a veces cercana y cooperativa, otras veces tensa y hasta conflictiva.
Francisco rompió esquemas desde el inicio: eligió un nombre inédito, renunció al uso de ornamentos lujosos y se presentó al mundo con un simple “Buonasera”. Los medios, acostumbrados a una figura papal más distante y formal, encontraron en él una fuente constante de titulares. Su estilo sencillo y su discurso centrado en los pobres, los migrantes y el cuidado del medio ambiente resonaron rápidamente en audiencias más allá del ámbito religioso.
Uno de los momentos que mejor ilustra su impacto mediático fue la publicación de la encíclica *Laudato Si’* (2015), donde hizo un llamado urgente a cuidar el planeta. Fue portada de medios internacionales, desde The Guardian hasta The New York Times, destacando su postura como líder moral frente al cambio climático. No era solo el jefe de la Iglesia católica hablando: era una figura global interpelando a líderes mundiales y a la sociedad en general.
Sin embargo, esta exposición también le trajo conflictos. Su visión crítica del capitalismo salvaje, sus llamados a la inclusión de los marginados y su enfoque más pastoral que dogmático generó incomodidad, especialmente entre sectores conservadores tanto dentro como fuera de la Iglesia. Algunos medios de corte tradicional incluso llegaron a acusar al Papa de “progresista” en el sentido peyorativo del término, mientras que otros lo celebran como un revolucionario espiritual.
Un ejemplo claro de esa tensión ocurrió tras sus declaraciones sobre la homosexualidad, cuando afirmó: “¿Quién soy yo para juzgar?” en 2013. La frase dio la vuelta al mundo, siendo interpretada de múltiples formas. Para muchos, fue una muestra de apertura y humanidad. Para otros, un desvío doctrinal. Los medios, en su mayoría, la celebraron como símbolo de tolerancia, pero también contribuyeron a crear una imagen del Papa a veces desconectada de los límites doctrinales de su cargo.
El Sumo Pontífice vio siempre a los medios de comunicación como un elemento fundamental para la construcción de una sociedad más justa, humana y pacífica. Animó a los profesionales de la comunicación a asumir su responsabilidad con ética y a promover una comunicación que sirva para el bien común.
“Comunicar es más que una profesión: es una vocación. Y esto es lo que el Padre Alberione ha querido subrayar en las diversas familias -llamadas- Paulinas, esto de comunicar. Comunicar de forma limpia. Y ustedes tienen la vocación de comunicar limpiamente, evangélicamente”, decía.
El Papa también criticó duramente el papel de los medios en la difusión de noticias falsas y la destrucción de la reputación de personas e instituciones. En varias ocasiones denunció lo que llamaba “la coprofagia mediática”, refiriéndose a la tendencia de los medios a consumir y difundir escándalos. No es común que una figura de su estatura hablara con tanta crudeza, lo que evidenciaba su incomodidad con el uso destructivo del poder informativo.
“Si tomamos los medios de comunicación actuales: hay una falta de limpieza, una falta de honestidad, una falta de integridad. La desinformación está a la orden del día: se dice una cosa pero se ocultan muchas otras. Debemos procurar que en nuestra comunicación de la fe no ocurra esto, que la comunicación venga precisamente de la vocación, del Evangelio, nítida, clara, testimoniada con la vida”, afirmó.
A pesar de las fricciones, Francisco supo usar los medios con inteligencia. Siempre reafirmó la importancia de la libertad de prensa y en múltiples ocasiones llamó a los periodistas a ser valientes y a no tener miedo de decir la verdad, incluso cuando fuera incómoda
Concedió entrevistas a periodistas críticos, como Eugenio Scalfari, fundador de La Repubblica, y abordó temas controversiales como el aborto, la pederastia clerical o la corrupción dentro del Vaticano. Lejos de evitar el escrutinio, optó por enfrentarlo, consciente de que su papel como Papa también es ser una voz en el debate público global.
La relación del Papa Francisco con los medios de comunicación fue compleja, pero fundamental. Logró proyectar un liderazgo cercano y humano, con un discurso que trasciende los límites religiosos. Al mismo tiempo, incomodó a muchos por su franqueza y su voluntad de tocar nervios sensibles. Los medios lo amplificaban, lo criticaban, lo malinterpretaban y también lo celebraban.