Si observamos los comportamientos de las personas en cualquier lugar, “detectaremos muchos más ejemplos de falta de empatía que de utilización de la empatía”, dice la especialista Carolina Hernández. Es que la empatía es un concepto cuya definición es ampliamente conocida, pero su aplicación deja mucho que desear. Todo el mundo puede explicar lo que es la empatía, pero costará más encontrar ejemplos concretos en el día a día de cada persona.
La empatía es la habilidad que nos permite conectar con los demás y reconocerles como personas tan interesantes, tan necesarias e importantes como nosotros mismos.
La empatía supone comprender cómo se siente otra persona, sin, necesariamente, estar de acuerdo con ella. Empatizar con alguien no es pensar de la misma manera, sino comprender y sentir cómo se siente, cómo le ha afectado una situación, aunque no esté de acuerdo con su forma de interpretarlo. Es una vía para comprender los diferentes mapas mentales, entender de qué están compuestos, respetar las diferentes creencias, experiencias o formas de actuar ante la vida.
La empatía, además, tiene una base fisiológica. Se produce a causa de las neuronas espejo de nuestro cerebro. Estas neuronas nos permiten reconocer a la otra persona y conectar con ella. Por tanto, la empatía forma parte del ser humano en sí mismo. Necesita mucho de la escucha activa para que funcione adecuadamente, pudiendo comprender lo que la otra persona desea manifestar. Por lo tanto, es imprescindible para nuestro desarrollo personal y profesional. Se trata de una habilidad necesaria para la interpelación entre personas.
Existen dos tipos de empatía: La empatía emocional y la empatía cognitiva
La empatía natural se produce a medida que la persona inicia su desarrollo psicológico y cognitivo. Se produce en la infancia y el entorno tiene mucho que aportar en su desarrollo.
Empatía emocional
La empatía emocional se desarrolla, de manera natural, en entornos afectivos “normales”, en entornos donde la afectividad se manifiesta sin cortapisas y de manera natural.
Según Carolina Hernández, “como todas las habilidades, cuando mejor funcionan es cuando están equilibradas. Los excesos provocan situaciones excesivas. Respecto a la empatía, su exceso es el paternalismo / maternalismo, que nos conduce a comprender tanto a la otra persona que sus emociones nos pueden arrastrar. Esto no es bueno porque produce una pérdida de objetividad”.
El defecto de empatía tiende hacia la psicopatía, patología que se caracteriza por un defecto fisiológico en el número de neuronas espejo de esa persona. Una persona con la patología de psicopatía puede hacer mucho daño debido, justamente, a ese defecto en su empatía.
El equilibrio en la empatía conduce a una vida sana en cuanto a las interrelaciones con las demás personas del entorno: familia, amistad, compañeros y compañeras de trabajo. Y es que la empatía es una habilidad imprescindible para desarrollar relaciones saludables con terceras personas.
El portal Identidad Organizacional dice que “la empatía emocional permite sentir lo que la otra persona está sintiendo. Se desarrolla en el bebé y en el niño, en los primeros años de la vida. Se produce de manera espontánea, debido a las neuronas espejo que nuestro cerebro genera. Por eso cuando un bebé llora, el que tiene delante es muy probable que también lo haga. Y lo mismo cuando uno ríe, el otro también, sin saber aún por qué. Las neuronas espejo es lo que hacen: imitar el comportamiento de la otra persona, como si de un espejo se tratara”.
El entorno, como se ha comentado anteriormente, también es un factor importante en el desarrollo de la empatía emocional en la etapa de la infancia.
Empatía cognitiva
La empatía cognitiva permite saber lo que la persona siente.
Identidad Organizacional dice que “cualquier persona con un defecto en su empatía, puede aprender a desarrollarla. Las personas manipuladoras han desarrollado su empatía cognitiva. Y el hecho de no disponer del rasgo de la empatía emocional que te permite sentir lo que otra persona está sintiendo, puede aportar una frialdad adicional a la persona sin empatía emocional y convertirla en manipuladora porque sabe muy bien cómo una persona se puede sentir, pero no siente el sufrimiento en sí mismo. Este tipo de personas pueden ser dañinas para nuestra vida y sería bueno detectarlas para aislarlas de nuestro día a día”.
La empatía es necesaria para la interacción humana y para el desarrollo de modelos de relación emocionalmente saludables para la persona. Potenciar la empatía en las organizaciones supone mejorar la comunicación entre los equipos y optimizar recursos a lo largo de todo el proceso de la organización.