Carlos Andrés Mendiola
@carlosamendiola
La tormenta de nieve en plena primavera…
No todo está dicho, pero el panorama para “Blanca Nieves” no se ve nada prometedor. El más reciente live action de Disney ha debutado en primer lugar de taquilla con 87 millones de dólares a nivel mundial, debajo de los 100 previstos.
Es un mal debut, pero todo dependerá de las próximas semanas. Ha habido casos similares como el de “Mufasa” y que superan los 700 millones de dólares; otros como “Dumbo” apenas y alcanzaron los 350.
Para una producción con un presupuesto de 250, sólo el primer escenario le será apenas suficiente. Por si fuera poco, a la crítica tampoco le gustó.
Debutó cerca del 50% en el meta sitio Rotten Tomatoes con críticas divididas, pero hoy ha decrecido y está en un 44%. El público la ha tratado mejor y tiene un 74% y una B+ en Cinema Score. Lo polarizante de “Blanca Nieves” se debe, al parecer, en que no estamos preparados para el cambio.
Esta versión de “Blanca Nieves” respeta o incluye los aspectos esenciales de la historia. Es sobre una joven nacida en época de nieve, con una infancia feliz, que pierde a su madre, con un padre que se vuelve a cazar con una Reina Malvada y que luego se deshace de él; la Reina es una bruja o hechicera y está obsesionada con su belleza, cuestionando a diario a su Espejo mágico.
Cuando la respuesta cambia y no es la más hermosa, envía a un cazador a matar de Blanca Nieves (ahora la más hermosa), quién huye, se encuentra con siete enanos (hoy personas con enanismo), luego come una manzana envenenada, cae en un sueño mortal o simplemente muere y es despertada de nuevo por un beso de un príncipe. Eso no cambia. Ahí está.
Hay varios cambios, pero dos son centrales. El primero está en que, a diferencia de la versión de 1937, esta Blanca Nieves tiene un propósito, un objetivo.
Ya no es una princesa pasiva y no espera o tiene por objeto simplemente casarse. Ahora, quiere ser una líder, como su padre y ello es independiente de que esté destinada a ser reina, está en hacer bien, de manera justa y amable quién los gobierne.
Es más, al centro está el que le rinda honor y encarne los valores de su padre, ser intrépida, justa, valiente y verdadera. Todos los otros cambios están en función de ello. Incluyen su relación con el príncipe o interés romántico, con los propios enanitos (que, por cierto, no están definidos como tales) y el desenlace, en especial lo que sucede con la Reina Malvada.
El otro cambio está en una comprensión más profunda de lo que en inglés es “faires” y que es lo que la Bruja Malvada le pregunta al Espejo, “who is the fairest of them all?” y que en español traduce como “¿Quién es la más hermosa?”. Y es que “fairest” significa belleza, también justicia, razón, serenidad… en pocas palabras, bella en un sentido que va más allá de lo físico.
Por eso, al final, la respuesta del espejo ya no responde únicamente a lo segundo y ello lo cambia todo. Esto responde y complementa al primer cambio.
Gran parte del descontento comenta si esta Blanca Nieves sigue siendo Blanca Nieves. Si su esencial se limita a cómo se ve, no lo es. Esta Blanca Nieves no tiene la piel “blanca como la nieve”. Es Blanca Nieves porque nació un día de una gran tormenta de nieve y sobrevivió a ella. Es un cambio que no comprende la resignificación que se hace de “bello”.
Si el cambio está en que tenga un propósito, en que el beso que la despierta sí sea de amor (porque en la versión de 1937 no puede serlo, él sólo la escuchó cantar y si se revisa con cuidado nada hay de romántico, quizás sí de romantizado, en que se bese a un muerto y/o sin consentimiento) o en los otros aspectos… ¿eso cambia quién es?
En principio, hay que decirlo, la Blanca Nieves de 1937, la de la primera película animada de Disney, se ha convertido en la referencia, pero no es la Blanca Nieves original. Es una adaptación de cuento de los Hermanos Grimm, quiénes a su vez habían recuperado la tradición original. Es decir, lo que conocemos tampoco es la verdad, nunca lo fue y no tenemos total certeza de cuál lo fue.
Con todo, la versión de Disney, muy entretenida y afortunada en muchos sentidos y un clásico del cine; tiene sus problemas que van del retrato de las personas con enanismo a la romantización del amor, incluido el citado momento con el príncipe, amén de estereotipos de género.
Si el descontento está en que ello ya no esté, entonces existe porque no se está dispuesto a romper con paradigmas, a que no se está listo para hablar de un clásico con problemas y quizás de las propias concepciones. Ello no quiere decir que la nueva versión sea perfecta; no lo es, pero ése es tema de otro artículo.
La nueva Blanca Nieves es lo mismo, pero, muy afortunadamente, no es igual. No puede ni debe serlo porque hoy la comprensión del mundo, las relaciones de pareja, las minorías y los roles de género son distintas.
Esta Blanca Nieves afronta su propia tormenta de nieve fuera de la pantalla grande. En las polémicas alrededor de su producción y sus protagonistas, ante el hate y la cancelación por los cambios, muchos que ni siquiera se han visto… en el “hablar por hablar”.
Muchos porque “no vemos, pero juzgamos” y ahí está “Emilia Pérez” como la mejor prueba. La regla es sencilla, “veamos y juguemos”. La cuestión es sencilla, sólo desde la deconstrucción podemos comprender y discutir si los cambios son adecuados.
De otra manera, esta Blanca Nieves es algo que no estamos preparados para discutir.
