El nombre del rey emérito Juan Carlos I vuelve a estar en el ojo del huracán tras la reciente revelación del fallecido torero Jaime Ostos en sus memorias póstumas. La afirmación de que el entonces príncipe participó en un encuentro sexual con Ostos y dos vedettes en los años 60 ha avivado una vez más el debate sobre la imagen y el legado de la monarquía española.
Si bien la vida privada de los monarcas siempre ha sido objeto de especulaciones y rumores, este episodio es un recordatorio de cómo los excesos y las indiscreciones pueden pasar factura a la institución. No es solo la naturaleza del escándalo lo que impacta, sino el hecho de que refuerza una narrativa ya desgastada sobre Juan Carlos I: la de un rey que, a pesar de su papel histórico en la transición democrática de España, ha visto su reputación erosionarse por constantes revelaciones sobre su vida privada y financiera.
Este episodio llega tras la reciente publicación de imágenes del rey emérito con la vedette Bárbara Rey en 1994, lo que confirmó un “secreto a voces” sobre su relación con la artista.
Diversas encuestas reflejan una creciente inclinación hacia el republicanismo entre la ciudadanía española. Un estudio de 2020 indicó que aproximadamente el 40.9% de los encuestados votarían a favor de una república en un referéndum sobre la forma de Estado, mientras que el 34.9% se inclinaría por mantener la monarquía. Esta tendencia se mantuvo en 2021, con un 39.4% apoyando la república frente a un 31% que respaldaba la monarquía.
Además, un 43.8% de los encuestados en 2021 defendía la necesidad de celebrar un referéndum para decidir entre monarquía y república, en contraste con un 36.1% que se oponía a dicha consulta. Estos datos evidencian una sociedad dividida y una monarquía cuya legitimidad se ve cada vez más cuestionada.
Percepción pública en crisis
Sin embargo, este no es el único escándalo que ha empañado su imagen. La lista es extensa y variada: desde sus romances extramatrimoniales hasta los turbios manejos financieros que lo llevaron a exiliarse en Abu Dabi en 2020.
Uno de los casos más sonados fue la investigación sobre los 65 millones de euros que presuntamente recibió de Arabia Saudita y que luego transfirió a su examante Corinna Larsen. Este escándalo financiero generó una crisis sin precedentes en la monarquía, obligando a la Casa Real y al actual rey Felipe VI a marcar distancia con su padre para preservar la estabilidad de la institución.
Otro episodio que marcó un antes y un después en su deteriorada imagen fue la famosa cacería de elefantes en Botsuana en 2012. En plena crisis económica en España, se filtró que el entonces monarca había viajado a África para participar en un lujoso safari financiado por empresarios saudíes. El escándalo fue tal que Juan Carlos tuvo que pedir disculpas públicas, pronunciando la ya icónica frase: “Lo siento mucho, me he equivocado y no volverá a ocurrir”.
Este nuevo episodio sobre su pasado sólo refuerza la percepción de que su legado está marcado por excesos y sombras. Aunque es poco probable que esto tenga consecuencias legales o políticas, el daño a su imagen es irreversible. La monarquía, encabezada ahora por Felipe VI, sigue luchando por distanciarse de los errores del pasado y demostrar su utilidad en la España contemporánea.
En un momento en el que la institución monárquica enfrenta el escrutinio público y el avance de movimientos republicanos, cada nueva revelación sobre Juan Carlos I se convierte en munición para sus detractores. La pregunta es: ¿Hasta cuándo podrá la corona soportar el peso de su pasado?