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Jorge Arturo Castillo
Jorge Arturo Castillo

¿Cederá México ante la presión de Trump y el fin del T-MEC?

El gobierno de Claudia Sheinbaum enfrenta un dilema histórico ante la amenaza de Donald Trump de imponer aranceles del 25% a productos mexicanos y abandonar el T-MEC, a pesar de que se ganó un mes en “la negociación”. La historia de las negociaciones del TLCAN en 1989-1992 nos recuerda que México ya ha cambiado su postura ante la presión estadounidense. ¿Repetirá el pasado o defenderá su soberanía económica?

Ahora todo mundo da por hecho el tratado de libre comercio con Estados Unidos y Canadá, pero no siempre fue así. El 01 de diciembre de 1988 Carlos Salinas de Gortari llegó al poder y, así, en 1989 empezaron una serie de reformas económicas y políticas al interior del país. México iba directo al primer mundo, o al menos así nos lo vendía aquel “gobierno de humo y sombrero de conejo”.
En medio de las reformas económicas y políticas, el presidente Salinas realizó una gira a Europa en 1989, con el fin de conseguir capitales que vinieran a invertir a nuestro país. La idea era diversificar la inversión, porque había una gran crítica a la alta dependencia económica que tenía México de su vecino país del norte (revisar la tesis Castillo Rivas, J. A. -1995-. Contradicciones del discurso oficial en la política exterior de México en los dos primeros años de gobierno del presidente Carlos Salinas de Gortari, ante el TLC de América del Norte. UNAM, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales).
De hecho, en febrero de 1990 apareció un interesante artículo en la revista Proceso: “Regresó Salinas de su cacería de capitales cargado de promesas”, porque el mandatario volvió del viejo continente con “promesa de inversión” por decenas de miles de millones de dólares, sobre todo de las grandes potencias, como Alemania, Inglaterra, Francia e Italia.
Sin embargo, ese sueño jamás se realizó, porque hacia finales de ese mismo año, el 09 de noviembre de 1990, se consumó la caída del Muro de Berlín y con él, como fichas de dominó, el resto de los países satélites de la ex Unión Soviética, que se fueron liberando del yugo soviético y, de pronto se abrieron al capital externo y a la inversión en cualquiera de sus formas.
Con lo anterior, que en apariencia no tiene nada qué ver con México, dichos países ex comunistas quedaron con un apetito voraz por la inversión extranjera y nada mejor que los dineros de la Europa occidental, lo que pronto le quitaría esos recursos al gobierno de Salinas de Gortari para quedarse con las manos vacías.
Al quedarse sin más opciones, y con la presión del gobierno estadounidense encima, México empezó a evaluar con seriedad el tratado comercial con la Unión Americana y con Canadá. Por eso, en 1990 pueden leerse discursos francamente contradictorios entre el primer y segundo año de gobierno de la administración salinista.

Empero, a lo largo de 1989, el gobierno de Carlos Salinas de Gortari negó públicamente, en reiteradas ocasiones, querer un tratado con Estados Unidos, y un año después, en 1990, empezó a aceptar y promover el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
Durante su primer año de gobierno (1989), Salinas de Gortari aseguraba que un tratado comercial con Estados Unidos no era viable, debido a la asimetrías de las economías, es decir, la desigualdad económica entre ambos países. Sin embargo, en 1990, la narrativa cambió: México pasó de rechazar el tratado a convertirse en su principal promotor. A mi parecer, este cambio respondió a la necesidad de atraer inversión extranjera y estabilizar la economía mexicana en un contexto de crisis.
La postura inicial de Salinas fue pragmática: primero negó el acuerdo para no generar oposición interna, pero en cuanto percibió los beneficios políticos y económicos, lo impulsó. Hoy, Claudia Sheinbaum podría estar en la misma encrucijada. Con un electorado dividido y un sector empresarial que depende del T-MEC, su gobierno deberá decidir si enfrenta a Trump o si negocia una salida que minimice el impacto económico de los aranceles después de este mes de gracia, donde México ha tenido que reforzar la seguridad en la frontera, para evitar el tráfico de drogas, entre otros puntos.
En este contexto, no olvidemos que el T-MEC, firmado en 2020 por Andrés Manuel López Obrador, Donald Trump y Justin Trudeau, presidentes de México, Estados Unidos y Canadá, respectivamente, ha permitido a México consolidarse como el principal socio comercial de Estados Unidos. Si Trump decide abandonarlo, en este mismo 2025 o en 2026, las consecuencias podrían ser devastadoras:
➡ ️ Impacto en la inversión extranjera: México ha recibido un promedio de $35,000 millones de dólares anuales en inversión extranjera directa gracias al tratado. Sin él, las empresas podrían reconsiderar su permanencia en el país.
➡ Afectación en el sector automotriz: la industria automotriz representa más del 25 % de las exportaciones mexicanas. Sin el T-MEC, los autos fabricados en México enfrentarían aranceles que encarecería su venta en la Unión Americana.
➡ ️ Desempleo y desaceleración económica: sectores clave como la manufactura, la agricultura y el comercio exterior verían una caída drástica en su crecimiento.
A diferencia de Salinas, Sheinbaum llega a este momento con una base política que rechaza el neoliberalismo, pero también con una realidad económica que depende de la estabilidad del comercio con la Unión Americana. En 2024, México desplazó a China como el mayor socio comercial de Estados Unidos, lo que ha generado reacciones diversas interna y externamente.
Fuentes cercanas a la Secretaría de Economía han señalado que el gobierno mexicano no quiere ceder a la presión de Trump, como era de esperarse, pero tampoco puede permitirse una guerra comercial prolongada. Mientras, el otro interlocutor, Canadá, ha declarado solo ver por sus propios intereses y ha menospreciado a nuestro país en diversas ocasiones, pero Washington parece decidido a renegociar bajo términos más favorables para Estados Unidos. ¿Qué opciones tiene México?

� Buscar aliados comerciales: México podría acelerar su acercamiento con la Unión Europea y Asia para diversificar sus exportaciones y reducir su dependencia de Estados Unidos, pero sabemos que esto no ha sido buena idea en el pasado, sobre todo por la realidad geográfica de México, donde compartimos una frontera de más de 3,000 kilómetros con el país vecino del norte.
� Negociar una prórroga o un acuerdo bilateral: en caso de que el T-MEC desaparezca, México podría optar por un tratado comercial exclusivo con Estados Unidos, aunque con condiciones
distintas.
� Usar la presión política interna en la Unión Americana: Muchos estados estadounidenses, como Texas y California, dependen de productos mexicanos. Empresas y legisladores podrían presionar a la Casa Blanca para mantener el acuerdo.
¿Estamos ante una nueva capitulación económica?
La historia demuestra que los gobiernos mexicanos han cedido ante la presión de Estados Unidos cuando sus intereses económicos han estado en riesgo. Salinas negó el TLCAN antes de promoverlo; ¿seguirá Sheinbaum el mismo camino con el T-MEC? Si bien el panorama es incierto, lo que está en juego es mucho más que un tratado: es la estabilidad económica de México en los próximos años.
El botiquín
● La semana pasada se llevó a cabo el “Foro Expansión Medical Devices Day AMID 2025”, organizado en conjunto con la Asociación Mexicana de Industrias Innovadoras de Dispositivos Médicos (AMID). Durante este evento, se discutieron temas clave sobre la creación de un modelo de salud incluyente y la colaboración entre el gobierno, el sector privado y la academia para transformar el sistema de salud en México. Lo abordaremos más a fondo en la siguiente entrega si todavía tenemos país para entonces.

 

 

 

 

 

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