La transformación del sistema de salud en México ha sido un tema de intensa discusión y análisis en los últimos años. En este contexto, el IMSS Bienestar, que comanda Alejandro Svarch -ex titular de la agencia sanitaria nacional-, ha surgido como la última apuesta del gobierno para ofrecer atención médica a la población más vulnerable, prometiendo mejorar lo que el Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi), a su vez sucesor del extinto Seguro Popular, no logró cumplir.
Sin embargo, a pesar de las buenas intenciones sobre el papel, es preciso examinar con lupa lo que esta nueva estructura implica para la salud pública en el país.
Como sabemos, el IMSS Bienestar se ha planteado, desde el sexenio anterior, como una solución integral para garantizar el acceso a servicios de salud a millones de mexicanos. Sin embargo, muchos expertos cuestionan si realmente estamos hablando de un cambio positivo o de una mera reestructuración administrativa. A lo largo de los años lopezobradoristas, hemos sido testigos de las inconsistencias y las deficiencias en cada uno de estos sistemas, que han dejado a un gran número de personas sin atención adecuada, sobre todo en áreas rurales y marginadas, pero no solo ellos.
Uno de los principales problemas es la centralización del modelo y su infraestructura. Pese a que el gobierno ha prometido fortalecer los centros de salud y hospitales, la realidad es que muchos de estos establecimientos siguen careciendo de los recursos necesarios para operar eficazmente.
Equipos obsoletos, falta de suministros básicos, medicamentos y escasez de personal capacitado son situaciones que persisten. Así, el foco en el IMSS Bienestar podría resultar insuficiente si no se realizan inversiones significativas y sostenidas en el sistema.
Además, la transición de un modelo a otro no ha estado exenta de turbulencias. Primero, la desaparición del Seguro Popular en el bimestre donde entró la pandemia de Covid-19 a México, fue una funesta coincidencia.
Por otro lado, los usuarios del Insabi, por ejemplo, se enfrentaron a una serie de desafíos al
adaptarse a las nuevas normas y procedimientos del IMSS Bienestar. Esto genera incertidumbre y confusión entre la población, que en muchos casos recurre a métodos alternativos o, peor aún, se ve
forzada a renunciar a la atención médica. Es fundamental que el gobierno se esfuerce por garantizar una comunicación clara y efectiva, asegurando que los beneficiarios comprendan sus derechos y el acceso a los servicios.
Parece cosa menor, pero no lo es. Una pariente mía ha intentado, solo intentado, inscribirse por seis meses en la plataforma de IMSS Bienestar sin suerte. Ella ya subió sus documentos varias veces y ha esperado que le llegue un correo de la autoridad sanitaria, con el fin de quedar inscrita y que le asignen clínica y nada de nada. ¿Habrá quién le pueda ayudar con este trámite?
Ante ello, yo me pregunto: ¿cuántos casos más habrá como ella? ¿Su caso será una excepción o es la regla en este todavía incipiente sistema de salud para la población no derechohabiente?
Otro aspecto crítico es el financiamiento del nuevo sistema de salud. Como sabemos, a la fecha hay 23 estados adscritos, pero hay todavía nueve entidades -gobernadas por la oposición- que se han resistido a doblar las manos para quedar a expensas de lo que decida el gobierno federal.
Si bien se ha prometido una asignación de recursos para atender esta nueva estructura, es vital que se realice un seguimiento riguroso para determinar si realmente se destina lo necesario. La sostenibilidad a largo plazo del IMSS Bienestar depende no solo de la voluntad política, sino también de la capacidad de implementar un modelo de financiamiento robusto que evite la repetición de errores del pasado.
Sin duda, existe una necesidad apremiante de reflexionar sobre el modelo preventivo de atención. El IMSS Bienestar debe ir más allá de solo ofrecer servicios curativos y adoptar un enfoque integral que
incluya la promoción de la salud y la prevención de enfermedades. Esto no solo mejoraría la calidad de vida de los mexicanos, sino que también reduciría costos a largo plazo para el sistema de salud.
Parece una obviedad, solo a través de la transparencia, el compromiso y la inversión real en el IMSS Bienestar se logrará que este nuevo modelo sea un pilar sólido en la salud pública del país, y no un mero cambio de nombre en una larga lista de fracasos que se sumaron durante el sexenio de López Obrador.
No obstante, para hacer una evaluación completa falta ver cómo se traduce la actual compra consolidada de medicamentos en un abasto suficiente y duradero para los pacientes. Al tiempo.
El botiquín
● La semana pasada pasó a mejor vida un querido amigo: Aquiles Cantarell Martínez, periodista pionero de la fuente de tecnologías de la información y comunicación (TIC), quien hace muchos años fuera mi jefe en una conocida revista de dicho sector. Con el tiempo, nos hicimos amigos y, aunque no hablábamos con frecuencia, la estima siempre siguió intacta.
Un par de veces asistió con mucho entusiasmo a mis clases de la UNAM como invitado del semestre. Lamento mucho su deceso y espero que sus clientes, amigos y familia encuentren pronto la resignación. ¡Hasta siempre querido Aquiles!