La experta en retĂłrica Patricia Roberts-Miller explica que la demagogia es como las algas en un lago. En pequeñas cantidades, las algas son inofensivas y hasta cumplen un papel en el ecosistema. Pero si se reproducen fuera de control se vuelven un problema: consumen todo el oxĂgeno del agua, la enturbian, desplazan a otras plantas, dejan sin comida a los animales y amenazan a todo el lago. Llegado un punto, las algas solo permiten que crezcan más algas y eso es lo que hace la demagogia: crear un ambiente tĂłxico donde solo puede crecer más demagogia. Cuando eso sucede en una sociedad, quienes tratan de argumentar con base en evidencia se ven desplazados por los demagogos, quienes solo discuten para imponer su propia “realidad paralela” a los demás.
Para Luis Antonio Espino, autor del libro “López Obrador: el poder del discurso populista”, la demagogia “es una forma de argumentación en la que no importan las ideas, la evidencia, los datos o los hechos, sino las identidades de las personas, sus lealtades de grupo y, sobre todo, su supuesta bondad o maldad. Divide al mundo en dos bandos irreconciliables y en lucha permanente: “ellos” contra “nosotros”. Es un atajo que evita el esfuerzo de pensar y nos permite expresar nuestros puntos de vista con la convicción de quien cree estar siempre del lado correcto”
En México llegamos a ese punto en el que la demagogia domina prácticamente todos los espacios de la conversación pública. Dejamos de hablar de los temas y nos enfocamos solamente en las personas y los bandos de “buenos” o “malos” a los que supuestamente pertenecen. Tenemos sueños, inquietudes, resentimientos, vanidades y sinnúmero de problemas que nos aquejan y generalmente queremos escuchar soluciones mágicas o adulaciones que nos hagan soñar con una mejora, una venganza o un enaltecimiento del ego.
Cuando existe un interés de por medio o se tiene una posición de ventaja o de poder, nunca va a faltar quien o quienes aprovechen esa necesidad y pronuncien las palabras requeridas para satisfacer cualquiera de las necesidades ya mencionadas con tal de obtener algún beneficio por decir lo que se quiere escuchar, aunque no se solucione el problema real. Asà sucede con los individuos, igual que con las masas.
Nunca falta el fanfarrón que se valga de las emociones y de los rencores sociales para obtener el poder a través de los votos, prometiendo cosas irrealizables o repartiendo migajas que crean un aparente bienestar pero que no resuelven el problema de la pobreza, siendo a eso lo que en la antigua Hélade le llamaron demagogia. Pero cuando se abusa de ella, las mentiras de las que se valen caen por su propio peso.
Actualmente, nuestro paĂs está gobernado mediante una muy burda demagogia. SegĂşn Felipe de JesĂşs Fernández Basilio, tenemos muchos ejemplos de mentiras que la realidad se ha encargado de desenmascarar. Entre ellos, menciona como ejemplo como la Reforma Judicial. “Resulta que en los Ăşltimos años desde Palacio dijeron que los jueces, magistrados y ministros son tan pero tan corruptos que resulta necesario sustituirlos a todos y quĂ© mejor que hacerlo por medio de elecciones en las que el pueblo decida en las urnas quienes quieran que sean sus futuros juzgadores”. Para que la propuesta sonara aĂşn mejor para las masas, dijeron que cualquiera que hubiera estudiado derecho, de preferencia reciĂ©n graduados, se postulara para desempeñar esos cargos, antes prestigiosos y difĂciles de alcanzar.
El demagogo mayor y sus lacayos pensaron que ante su gran ocurrencia iba a haber tal demanda que una tĂłmbola, cual guillotina, iba a depurar el gran nĂşmero de candidaturas que se iban a presentar.
Más con lo que no contaron es con la terca realidad. Resulta que faltando escasos cuatro dĂas para que se cerrara el registro la respuesta a la convocatoria habĂa sido nula, el “brillante” magistrado Arturo ZaldĂvar, lacayo del rĂ©gimen anterior y del presente, echĂł a andar la maquinaria de la aplastante 4T y mágicamente, como cuando Jesucristo multiplicĂł los panes para que alcanzara para todos los que estaban congregados en una reuniĂłn, en un fin de semana multiplicĂł los registros y durante el fin de semana se llegĂł a la meta que se habĂan propuesto, hecho justificado porque “los mexicanos dejamos todo para el Ăşltimo momento”. Se dio conocer que durante el fin de semana se registraron más de 40 mil candidatos, un promedio de 4 inscripciones por segundo. Resulta que en dos dĂas surgiĂł el entusiasmo por la oferta de convertirse en jueces, ministros y magistrados, con la máxima ya tradicional de noventa por ciento de lealtad y 10 por ciento de conocimiento. A ver quiĂ©n le cree el milagrito…
Hay muchas razones por las que nadie quiere participar, pero la principal es que a los demagogos se les revirtiĂł su campaña negativa en contra del poder judicial; sĂ, lo desprestigiaron tanto que casi nadie quiere convertirse en juez, magistrado o ministro cuya funciĂłn ha sido señalada en innumerables ocasiones como corrupta y menos con esa especie de Santa InquisiciĂłn (Tribunal Disciplinario) que quieren instaurar para que nunca fallen en contra del gobierno.
A eso se añade que toda elecciĂłn popular implica una necesaria campaña previa para darse a conocer y simplemente no existen los recursos para financiarla; tan es asĂ, que hasta el mismo mediatizado y servil INE pidiĂł que se posponga la elecciĂłn hasta septiembre, en lugar de junio, porque no cuenta con la logĂstica necesaria para llevar a cabo semejante elecciĂłn. Lo cual, por supuesto le fue negado, porque no estaba en el script de AMLO y sus indicaciones deben seguirse al pie de la letra.
En realidad el engendro de Reforma Judicial no es sino el resultado de una ocurrencia de AMLO derivada de su deseo de venganza del Poder Judicial, que en su momento se opuso a sus medidas dictatoriales. Este engendro incluye la aberraciĂłn de elegir a los jueces en votaciĂłn popular. ÂżA quiĂ©n se le ocurre que la delicada tarea de impartir justicia quede en manos de individuos sin experiencia que fueron electos simplemente por ser populares? Por cierto, es algo que no ocurre en otro paĂs del mundo.
Con esta y muchas otras cosas que están sucediendo en MĂ©xico, podemos ver que cuando abusa de la demagogia, el populista se convierte en vĂctima de sus propias mentiras y de sus promesas incumplibles.