En días pasados, he tenido la fortuna de vivir una experiencia particularmente renovadora. La cuestión surgió cuando una estudiante de nivel preparatoria de la Universidad La Salle, preocupada por su futuro, ha estado explorando diversas opciones respecto a qué carrera estudiar. Se acercó a mí para entrevistarme como parte de su clase de Orientación Profesiográfica. Ella, al igual que la mayoría de los jóvenes de esa edad, aspira a realizarse personal y profesionalmente, sin pensar demasiado en lo que eso significa.
La entrevista transcurrió agradablemente, sin problemas. Ella escuchaba y cuestionaba las oportunidades laborales que tendría si decidiera estudiar Mercadotecnia, las materias a las que se enfrentaría y otros temas relacionados. Terminó de grabar con su teléfono móvil y me hizo una pregunta que me sorprendió: ¿La mercadotecnia le aporta algo a la sociedad? Me explicó que, desde la perspectiva de algún familiar (aunque no confesó quién fue), la Mercadotecnia únicamente ha traído a nuestra sociedad patologías de consumo que no han aportado nada bueno. Estaba preocupada y se refería a la Navidad como una temporada para comprar más que para compartir, al Día de la Madre, al Día de la Amistad y a otros días en el calendario que, según ella, únicamente existen para incentivar a comprar.
Aclaro que la pregunta me sorprendió, no porque no me la hubiera hecho antes, sino porque, a su corta edad, es la primera vez que me la hacen. Y es que Erich Fromm planteaba hace más de cincuenta años el problema de las sociedades de consumo, donde se valora más lo material y lo superficial que las relaciones humanas auténticas y significativas.
Fromm planteó un problema fundamental que es ineludible para el Marketing: en las sociedades de consumo (de las que, por cierto, no podemos excluirnos), se enseña a las personas que la felicidad se encuentra en tener y en comprar cosas. Esto podría derivar en la alienación del ser, que para efectos prácticos no es otra cosa que la sensación de desconexión o separación de uno mismo, del trabajo o de la propia sociedad. El consumismo, pues, es la tendencia a adquirir bienes y servicios en cantidades cada vez mayores, a menudo más allá de nuestras necesidades, en busca únicamente de satisfacción y estatus. Este afán implacable por la acumulación material no solo tiene implicaciones económicas, sino también éticas y sociales, y ese es un problema importantísimo que desde la Licenciatura en Mercadotecnia abordamos.
Una de las principales preocupaciones éticas asociadas con el consumismo es que no es sostenible. La producción masiva de bienes conlleva una explotación indiscriminada de los recursos naturales y una generación desmesurada de desechos.
En este contexto, la ética del marketing enfrenta desafíos significativos. Los profesionales del marketing tienen la responsabilidad de diseñar productos y servicios de manera ética y responsable, pero a menudo se ven presionados por las demandas propias del mercado y las estrategias competitivas que priorizan el beneficio sobre la integridad.
En conclusión, el consumismo y la ética del marketing están intrínsecamente vinculados en la sociedad contemporánea, y la relación entre ambos es compleja y multifacética.
Por eso, en la Universidad La Salle, hemos desarrollado un programa académico que, en todo momento y de manera transversal, plantea los desafíos éticos que esto representa. Hacemos conciencia en nuestros estudiantes de los problemas sociales que nuestras sociedades presentan, trabajando en un marco de valores que permita una constante integridad.
Por Mtro. Arturo Cuevas Martínez, Jefe de Carrera de Mercadotecnia, Universidad La Salle