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Arturo Mora
Arturo Mora

El Alto Costo de la Propaganda

Valdría la pena reflexionar si el mal uso de los recursos públicos dirigidos a la propaganda política es solo responsabilidad de los partidos y el Gobierno o si es responsabilidad compartida con la industria de la mercadotecnia y los medios.

En la antesala de las próximas elecciones federales en México en junio de 2024, en las que se elegirán Presidente, Senadores y Diputados, así como más de 19 mil cargos a nivel local, (Gubernaturas de Chiapas, Guanajuato, Jalisco, Morelos, Puebla, Tabasco, Veracruz y Yucatán, Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, Congresos Locales, Ayuntamientos, Juntas Municipales y Alcaldías), no podemos obviar el enorme despliegue de recursos financieros que los partidos políticos han gastado (no invertido) desde la elección y definición de sus posibles “candidatos- corcholatas-tapados”.
A este gasto se deberá sumar todo lo que se ha utilizado del presupuesto que sale desde las dependencias de gobierno para apoyar “la causa” (en una práctica que no es nueva y es un vicio que se ha repetido tanto en los gobiernos anteriores como en el actual).
El alto gasto en campañas y estrategias de propaganda no solo es una característica exclusiva de la contienda electoral, sino que también plantea cuestionamientos sobre la prioridad y adecuación de tales inversiones en un país que enfrenta desafíos significativos en diversas áreas. Lo más cercano y actual, es el abandono y falta de apoyo a los damnificados por el huracán “Otis” en Acapulco.
Desde las pre campañas hasta la jornada electoral, los partidos políticos, y el mismo gobierno en turno, despliegan una maquinaria muy costosa que abarca desde la selección de candidatos hasta la implementación de estrategias de marketing y propaganda. Este año no es la excepción, y las altas cifras (nada transparentes) que se manejan son motivo de reflexión.
¿Hasta qué punto es justificable un gasto tan desmedido en un contexto donde las necesidades básicas de la población no están completamente satisfechas?
Uno de los aspectos más llamativos es el gasto en la imagen y proyección de los candidatos. Campañas que parecieran más preocupadas por la construcción de una imagen atractiva que por la presentación de propuestas concretas, reales, y que utilizan desde los medios que tienen comprometidos con amistades o parientes hasta la presencia de portadas y artículos de revistas que quieren aparecer como reportajes y quedan como “publirreportajes” chafas y muy evidentes (con su respectiva difusión en anuncios exteriores, pretendiendo que publicitan la revista cuando en realidad es otro medio de propaganda para el candidato que compró el espacio).
Este enfoque puede resultar efectivo en términos de visibilidad, pero ¿realmente contribuye a una elección informada y consciente por parte de los ciudadanos? Es crucial cuestionar si esta obsesión por la estética política, y por el poder, por supuesto, no desplaza la atención de temas sustanciales que requieren soluciones tangibles.
La propaganda electoral también desencadena un aumento exponencial en la demanda de espacios en medios de comunicación, tanto tradicionales como digitales. Este fenómeno no solo impulsa el gasto en propaganda, sino que también eleva los costos para otras formas de contenido.
Frente a esto, ocurre otro fenómeno, y es el que se refiere a la saturación de anuncios políticos que generan fatiga entre la audiencia, que ve invadido su espacio mediático con mensajes partidistas que, en muchos casos, parecen más preocupados por desacreditar al oponente que por presentar soluciones efectivas.
Al mismo tiempo, el sector de la mercadotecnia en México experimenta un auge durante las campañas electorales. Agencias especializadas en estrategias políticas ven un incremento en la demanda de sus servicios, lo que lleva a un mercado altamente competitivo donde la creatividad y la efectividad se convierten en las monedas de cambio (aunque, para ser sinceros, la creatividad brilla por su ausencia,
sobre todo por los videos de mal gusto, tipo la “Tigresa del Oriente”, que ya estamos viendo en diversas redes sociales).
Aunque esta dinámica puede representar oportunidades para la industria de la mercadotecnia, no podemos pasar por alto el hecho de que estos recursos podrían destinarse a sectores que verdaderamente demandan atención prioritaria, como la educación, la salud o la infraestructura.
La pregunta que surge es si este derroche financiero es la mejor manera de fortalecer la democracia y promover el bienestar de la sociedad. ¿No sería más efectivo redirigir estos recursos hacia iniciativas que impacten directamente en la calidad de vida de la población?
Es innegable que las elecciones representan un momento crítico para el futuro del país, y la necesidad de una competencia justa y transparente no puede subestimarse.
Sin embargo, es responsabilidad de los actores políticos y la sociedad en su conjunto evaluar si el costo de estas campañas es proporcional a los beneficios que se esperan obtener.
El alto gasto en campañas electorales y estrategias propagandísticas en México plantea interrogantes sobre las prioridades y valores que se encuentran en el ámbito político. En un contexto donde las desigualdades persisten y las necesidades básicas no están completamente cubiertas, resulta imperativo reflexionar sobre la efectividad y la ética de estas inversiones. La transparencia y la rendición de cuentas deben ser los pilares sobre los cuales se construye el sistema político, evitando que el despliegue financiero sin medida debilite la integridad y la autenticidad de las elecciones. La sociedad mexicana merece un debate político centrado en propuestas sólidas y soluciones reales, no en una competencia de gastos desorbitados que
desvíen la atención de lo verdaderamente importante. Muchos muros, pendones, carteles pegados en postes, exteriores y spots de baja calidad en contenido no significarán otra cosa más que “propaganda-basura” pagada con millones de pesos que pueden ser destinados de manera diferente y correcta.
Con ética profesional.
Aunque signifiquen grandes ingresos para medios y agencias ¿Por qué tendríamos que destinar lo que generan nuestros impuestos a la elección de gobernantes que minimizan tragedias o de políticos que usan la tribuna de las cámaras de diputados o senadores para hacer espectáculos ridículos en lugar de trabajar?
He ahí el costoso espectáculo electoral del que hemos sido testigos y que, desafortunadamente, parece seguirá por el mismo camino.

 

 

 

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